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Así habló Zaratustra

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Así habló Zaratustra

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Was ist drin?

La fascinante y a la vez irritante obra maestra de Nietzsche, en la que comunica sus ideas sobre el superhombre y el eterno retorno como salvación para la humanidad.


Clásico de la literatura

  • Filosofía
  • Moderno

De qué se trata

La gran prédica del filósofo y poeta

“Dios está muerto”. Con esta frase, Nietzsche despojó al hombre moderno de la ilusión de la existencia de un ser superior que le da sentido al mundo. Ahora, el sentido debe crearlo el hombre por sí mismo. Si bien Nietzsche había coqueteado durante mucho tiempo con el nihilismo, es decir, con la idea de que no es posible ni necesario encontrar el sentido de la vida, en Así habló Zaratustra presenta por primera vez una obra capaz de brindar una orientación integral. Nietzche hace que el ermitaño Zaratustra (llamado así por un profeta persa) descienda de su montaña para anunciar sus enseñanzas a los hombres. Y transmite órdenes claras: no creas sin cuestionar, piensa por ti mismo, encuentra tu propio camino, no me sigas. En el centro está la idea del superhombre, al que todos pueden usar como referencia para superar la mediocridad, la credulidad y la moral barata, para crecer sobre la propia sombra, crear nuevos valores e, incluso, un nuevo mundo. El superhombre reemplaza a Dios en el objetivo de los esfuerzos humanos. Las palabras de Zaratustra son, por lo general, aforismos hímnicos, con formas expresivas, líricas. Aborda muchos temas relativos al sujeto moderno: el Estado, el matrimonio y la amistad, entre otros aspectos. El texto es, al mismo tiempo, poesía y filosofía. En la actualidad, es considerada la obra maestra de Nietzsche, en la que sus ideas alcanzan su momento cúlmine, aunque también se considera como el ocaso del filósofo, que más tarde perdería sus facultades mentales.

Ideas fundamentales

  • Así habló Zaratustra es la obra más famosa del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
  • Por su forma aforística, plástica y lírica, se trata de una obra para la filosofía moderna.
  • El ermitaño Zaratustra desciende de su montaña después de muchos años de soledad, para compartir su sabiduría con las personas.
  • Experto en el lenguaje, Zaratustra canta y escribe pequeños poemas sobre los diferentes aspectos de la vida, transmitiendo así la filosofía de Nietzsche.
  • Esta filosofía se construye sobre la idea de que Dios está muerto e intenta dar un sentido a la vida desde la religión y la metafísica.
  • El superhombre ha de reemplazar a Dios y servir al hombre como modelo, para permitirle crecer por encima de su mediocridad.
  • Para ello cuenta con la ayuda de la voluntad de poder: quien piensa y crea algo nuevo es poderoso y puede transformar el mundo. Se trata de superar lo viejo.
  • Todo lo que ya ha sucedido ha sucedido infinidad de veces y volverá a suceder. Por eso, el hombre debe amar y afirmar la vida.
  • Con Zaratustra, Nietzsche postula la esperanza para la humanidad.
  • Nietzsche tocó el centro del Zeitgeist, es decir, el espíritu de la época.
  • Zaratustra tuvo un efecto especialmente importante en la literatura, la música y las artes plásticas, aunque no así en la filosofía.
  • La construcción fragmentaria abre la posibilidad de múltiples lecturas de la obra. Algunas de las ideas de Nietzsche fueron tomadas por ideologías extremistas, tales como el nacionalsocialismo.

Resumen

Así habló Zaratustra

Zaratustra es un ermitaño que, tras muchos años de soledad y reflexión en solitario, abandona la montaña en la que vive para compartir con su sabiduría con la gente. En su camino, se topa con un sabio que encontró la felicidad con Dios en la soledad del bosque. Zaratustra se aleja rápidamente de él y se pregunta si el anciano no se ha dado cuenta de que Dios está muerto.

“Pero, como Zaratustra estaba solo, le habló a su corazón: ‘¡Cómo puede ser posible! ¡Este viejo santo no ha escuchado en su bosque que Dios está muerto”!

Al llegar a la ciudad, Zaratustra habla con la muchedumbre que se ha reunido en la plaza del mercado: “Les enseñaré sobre el superhombre”, propone. Para crearlo, el hombre actual, y por tanto, todo lo que existe, debe sucumbir. Es necesario superar la felicidad, la razón y la virtud.

“Hay muchos enfermos entre quienes escriben y veneran a Dios. Violentamente odian a los conocedores y a la más joven de las virtudes, llamada, probidad””.

Zaratustra considera que el conformismo es la mayor carga para la humanidad y un signo de mediocridad. Pero también la creencia en algo divino, es decir, en algo que está por encima de lo terrenal, no es más que un error. El superhombre descartaría todas estas cosas y, de este modo, alcanzaría un estado más elevado, poderoso.

“De todo lo escrito solo amo lo que uno escribe con su propia sangre. Escribe con sangre y sabrás que la sangre es espíritu””.

La masa se burla de Zaratustra. Éste, entonces, ofrece otra opción frente al superhombre: el “último hombre”, un ser sin pretensiones, dócil, carente de deseos, que vive su vida cómoda y mediocre, y piensa que es feliz. Y, además, este último hombre cree haber inventado su felicidad. Si él se impusiera, no habría ni ricos ni pobres, todos los hombres serían iguales, se pondrían a un lado todas las dificultades y solo se trabajaría por placer. Este tipo de hombre haría que la excelencia despareciera y no se dedicaría a crear.

“Llamo Estado al lugar donde todos beben veneno, los buenos y los malos. El Estado es el lugar donde todos se pierden a sí mismos, los buenos y los malos. El Estado es el lugar donde el suicidio lento de todos se llama ‘vida’””.

La muchedumbre grita entusiasmada: “¡Danos a este último hombre!” No necesita al superhombre. Zaratustra comprende que no puede hablar con la muchedumbre y que, para transmitir sus ideas, necesita de compañeros pensantes, es decir, aquellos que estén dispuestos a encontrarse a sí mismos.

No quiere ser el pastor de un rebaño, ni guiar a la masa, sino que prefiere ser un ladrón que roba miembros aislados del rebaño para llevárselos consigo. Sus primeros compañeros son un águila (el animal más orgulloso) y una serpiente (el animal más inteligente).

Los discípulos de Zaratustra

Zaratustra se dedica una y otra vez a recorrer el mundo. Con frecuencia, desciende de su montaña y habla con la gente para volver luego a su soledad. En el camino no sigue una ruta definida, sino que a veces visita la ciudad, “la vaca multicolor”, y otras veces se interna en el bosque. Siempre se encuentra con personas o con animales con quienes conversar.

“No es el prójimo, les digo, sino el amigo. El amigo debe ser vuestro festín en la tierra, un presentimiento del superhombre””.

En el bosque habla con un joven pensativo que, al principio, quiere evitarlo. Zaratustra le cuenta la parábola del árbol: cuánto más alto quiere subir, más profundamente se arraiga a la tierra, al igual que los hombres, que en busca de lo bueno y se aferran más y más a lo malo. El joven se siente descubierto. Los dos hablan sobre el miedo que provoca descubrir lo malo detrás de lo bueno y, sobre todo, cómo ese miedo describe lo malo en uno mismo.

“Dios es una presunción. No quiero que vuestra presunción vaya más allá que vuestra voluntad creativa. ¿Podríais crear un Dios? - ¡Entonces no habléis de ningún Dios! ¡Pero ciertamente podríais crear al superhombre”!

Una vez, una culebra muerde a Zaratustra en el cuello, pero Zaratustra le dice que su “veneno” es más fuerte y terrible que el de ella. Más tarde, les explica a sus discípulos que él es la inmoralidad encarnada, mucho más inmoral que la serpiente, considerada símbolo de la maldad. En otras cosas, Zaratustra se burla del mundo de sus contemporáneos: la castidad y el pudor, las guerras y los estados, las parejas, la educación, la relación entre el hombre y la mujer. Zaratustra condena al Estado como reemplazo de la religión, que se estableció tras la muerte de Dios y que, al igual que la religión, asume la tutela de los hombres. Además, se burla del pudor y del odio al cuerpo, y ataca a los detractores del cuerpo: el cuerpo y las pasiones, igual que las ideas, son un componente del hombre y, por eso, no deberían reprimirse a favor de la razón.

“Allí donde encontré vida, también encontré la voluntad de poder. Incluso en la voluntad del siervo encontré la voluntad de convertirse en señor”.

También, al hablar del suicidio, Zaratustra se considera un completo defensor de la libertad humana: el hombre tiene el derecho de morir en el momento que le resulte conveniente y, por lo tanto, puede provocar su propia muerte. Nadie debería estar obligado a tolerar la espera de una muerte lenta. La cobardía no es una buena consejera, y Zaratustra se ríe de quienes temen al suicidio.

“¡Oh, hermanos míos! ¿Acaso soy despiadado? Yo os digo: ¡lo que cae también hay que patearlo! Lo que es todo hoy, caerá, se pudrirá: ¡quién querría conservarlo! Yo, yo quiero patearlo”!

Muy por el contrario, alienta a los hombres a prestar atención a sus propias necesidades y pasiones, a ser valientes y tomar riesgos, incluso el riesgo de la propia muerte. Aferrarse a la vida a toda costa es una actitud muy difundida, pero no es correcto. Repite su negación de la vida eterna: toda idea de la existencia de otra cosa, de algo mejor, más allá de la vida terrenal es un error.

“Mis lamentos estaban sobre las tumbas de todas las personas y no podían levantarse. Mis lamentos y preguntas me incomodaban y carcomían y torturaban día y noche: ‘¡Ay, el hombre regresa eternamente!’ El hombre pequeño regresa eternamente”.

El superhombre tampoco está más allá de la humanidad; surge de los hombres, y fue creado a partir de la existencia humana, aunque con gran esfuerzo. Zaratustra no encuentra al superhombre ni siquiera entre los “grandes”. El superhombre solo puede desarrollarse desde la soledad, es decir, lejos de la masa y de sus valores y gustos. Debe crear sus propios valores. De hecho, la actividad creativa es la única salvación para la humanidad.

“¡Adelante! ¡Enhorabuena, hombres superiores! Por fin la montaña da a luz el futuro de los hombres. Dios murió: y ahora queremos que el superhombre viva”.

Al final, Zaratustra abandona a sus pocos discípulos para que se dediquen por sí mismos a la búsqueda del superhombre. Subraya, sin embargo, que él no es ese superhombre y que no deberían seguirlo, sino seguirse a sí mismos. Zaratustra regresa a la montaña y deja a los discípulos librados a su suerte.

La voluntad de poder y el eterno retorno

El ermitaño dialoga con varias personas. Por ejemplo, un jorobado se interpone en su camino y le pregunta: “¿Por qué debo creer en ti?”. Zaratustra lo sorprende con su respuesta: un tullido no es quién tiene una malformación, ni alguien a quien le falta una parte del cuerpo. Mucho más tullidos son quienes solo son ojos, oídos o narices, y todas las otras partes, sobre todo el alma, están tullidas. Les sobran algunas partes y les faltan todas las demás. El jorobado se aleja.

“El dolor también es una pasión, la maldición también es una bendición, la noche también es un sol – entiéndanlo o aprenderéis que un sabio también es un tonto””.

Zaratustra abunda ahora en la idea de que trae conocimiento a sus amigos. Afirma ser el viento del Norte, que sopla sobre los higos maduros de los árboles de su enseñanza, y los hace caer a los pies de sus contemporáneos para que puedan disfrutarlos. Al mismo tiempo, el tono de sus discursos se vuelve más pesado: teme que sus teorías y enseñanzas estén en peligro. En un sueño se le aparece un niño que le pone un espejo enfrente. Zaratustra descubre en él una mueca diabólica. Comprende que ese sueño es una advertencia de que la teoría pura puede convertirse rápidamente en lo contrario y ser maleza, en lugar de trigo.

“¡Ay, hombre! ¡Ten cuidado! / ¿Qué dice la oscura medianoche? / ‘Yo dormía y dormía / y desperté de un suelo profundo: / el mundo es profundo / más profundo que el día. / Profundo es su dolor / el placer es aún más profundo que la pena de su corazón / El dolor dice: ¡vete! / Pero el placer busca la eternidad / quiere la profunda, profunda eternidad’””.

En uno de sus discursos condena a las tarántulas (arañas grandes) por ser el símbolo del deseo de venganza, que solo enfrenta a las personas, en lugar de aportar algo nuevo. Él no desea estar del lado de los detractores de la humanidad; por el contrario, quiere ayudar a los hombres. Y pregunta: ¿Qué es la verdad, si no ya existe la verdad absoluta? Precisamente, quien crea algo nuevo, quien es creativo y piensa por sí mismo, se pregunta: “¿Mi perspectiva es la correcta? ¿Cómo sé que lo que quiero es lo real?”

Zaratustra vuelve a hablar sobre la idea del superhombre. El hombre creativo y creador es el que está en el buen camino para convertirse en un superhombre que aspira a este ideal. El hombre creador se supera a sí mismo, invierte todos los valores y establece nuevas normas. Lo que lo impulsa, afirma Zaratustra, es la voluntad de poder. La voluntad es lo que nos libera. La voluntad puede ayudarnos a salir de la esclavitud, si podemos liberarnos de todo lo pasado, si no nos quedamos atrapados en lo que fue, y, en cambio, podemos decir “Fue mi voluntad”. Para todo lo futuro, la voluntad busca aquello que es superior, sin consideración, sin conciliación alguna con las tradiciones.

Para Zaratustra, esta voluntad de poder no es la ambición ni el enriquecimiento en el sentido político o económico, sino la voluntad de conocer. El ermitaño admite, sin embargo, que la curiosidad intelectual siempre esconde un deseo de poder, por lo tanto, no existe un ansia de saber sin un deseo de poder. Es decir que, quien afirma que solo busca el saber, miente. Zaratustra no condena este deseo de poder, por el contrario: el creador debe ser capaz de vincular su saber con el poder, para poder establecer un nuevo mundo con valores nuevos y echar definitivamente por tierra lo viejo.

Zaratustra anuncia entonces la idea del eterno retorno: todo lo humano se repite, y el hombre debe contar con que volverá a vivir su vida una vez más. La idea del eterno retorno significa que el sujeto –en especial, el sujeto pensante, creador– debe soportar el dolor que le infringe lo eternamente igual. Tiene que aprender a aspirar a algo más elevado, aunque debe contar con que tal vez todo siga igual. Pero, en lugar de desesperar, debe aprovechar este eterno retorno como una oportunidad para darle sentido a las cosas: lo humano es constante y, por lo tanto, confiable. El mundo no cambiará de manera radical ni se volverá ininteligible de un día para el otro. El sujeto debe aprender a vivir el momento. Sin embargo, esto le resultará difícil porque Dios está muerto; es decir que no puede escaparse de lo eternamente idéntico creyendo en otra cosa, en algo nuevo, que llegará tras la muerte.

La fiesta

Con frecuencia, Zaratustra habla y canta en verso. Sigue buscando al sujeto superior y se ve a sí mismo como el “cultivador” que educa a las personas para que se superen a sí mismas. Esta evolución, empero, está en peligro: el poder de lo eternamente igual es demasiado grande, demasiado fuerte la impresión de que la búsqueda de un cambio será un fracaso. Zaratustra se compadece de los humanos y busca activamente al ser superior. En su caverna, reúne todo tipo de seres maravillosos: espíritus libres, reyes, pordioseros, pensadores, magos. Todos ellos son individuos extraordinarios a los que Zaratustra descubre feliz como “hombres superiores”. Sin embargo, todos tienen un defecto: encarnan su enseñanza, pero no completamente. El espíritu libre es lo que busca el ermitaño, pero se deja llevar por la arbitrariedad, algo que Zaratustra no quiere. Es que el superhombre toma una decisión y la sostiene. Los reyes encarnan el valor y el riesgo con sus palabras, pero no son luchadores ni adeptos a participar de la lucha.

Por la noche organiza una fiesta. Aquí, el ermitaño se encuentra con diferentes representantes del ideario europeo. Cantan la ronda de Zaratustra, en la que el placer triunfa sobre el dolor: “Pero todo placer busca la eternidad, la profunda, profunda eternidad”. Zaratustra se despide y abandona la fiesta, con destino desconocido.

Acerca del texto

El libro está dividido en cuatro partes. La primera y la cuarta parte contienen la trama marco, en tanto que la segunda y la tercera parte se componen de los discursos de Zaratustra. Al comienzo de la primera parte está el prólogo, que introduce a Zaratustra. Le siguen 22 discursos en la primera parte, 22 en la segunda parte y 16 en la tercera parte. La cuarta parte (20 discursos) constituye el momento cúlmine y final de la obra: Nietzsche introduce aquí una especie de cabaret antes de que Zaratustra abandone la escena. El principal elemento retórico de los discursos de Zaratustra es el aforismo, la idea inteligente y breve. Además, Nietzsche trabaja con un sinnúmero de asociaciones, metáforas, comparaciones y alegorías. El lector se ve confrontado así con pintorescos juegos mentales y con clarísimas afirmaciones por igual.

En la primera parte del libro, el autor dispersa canciones, en la cuarta, por el contrario, Nietzsche utiliza los ditirambos (textos poéticos de verso libre), cuyo modelo son los himnos al dios Dionisos. Zaratustra no argumenta, anuncia. La construcción de sus discursos recuerda el modelo litúrgico, por ejemplo, porque termina todos sus discursos con una forma particular de “amén”: “Así habló Zaratustra”. Esto genera una impresión casi religiosa, a pesar de que Zaratustra no se considera un profeta ni un mesías. El libro no es un tratado metódico y se diferencia de los escritos filosóficos de la modernidad. Es una obra poética-filosófica, única por su retórica y estilo.

Enfoques interpretativos

  • El Zaratustra histórico fue un antiguo profeta persa. En Nietzsche, es todo lo contrario de un profeta, pues es el encargado de anunciar que “Dios está muerto”.
  • En lugar de Dios aparece la idea del superhombre. La figura aristocrática y elitista es la meta a la que deben aspirar los hombres. En su vida y en sus creaciones, el superhombre debe estar dispuesto a tomar riesgos, incluso a costa de despreciar la muerte, debe ser vital, no debe aceptar compromisos y debe confiar solo en sí mismo. El superhombre debe superar al “último hombre”, al sujeto mediocre.
  • En Zaratustra, Nietzsche lucha con el nihilismo y lo supera. La nada, lo negativo, lo pasivo amenazan al superhombre, por lo que es imprescindible defender determinados valores. Uno de esos valores es la vida: la vida luchadora, creadora, dotada de sentido.
  • La idea del eterno retorno es completamente nueva. Nietzsche no se refiere aquí al retorno exacto del mismo valor, sino al hecho de que las personas regresan a los principios humanos una y otra vez. Así, el hombre adquiere sentido y logra afianzarse. En lugar de tener solo el pasado muerto detrás de sí y el futuro incierto por delante, sabe que hay algo que permanece constante: él mismo. Esta idea consuela al hombre tras la muerte de Dios.
  • El estilo aforístico de la obra abre múltiples posibilidades interpretativas, pues invita a leer las frases fuera de su contexto. Así, Zaratustra fue leído con los anteojos de la ideología nazi del hombre superior. Una interpretación moderada ve en la obra la búsqueda de un humano mejor, lejos de la hipocresía y la mediocridad.
  • Zaratustra anuncia el periodo tardío de Nietzsche: la última construcción genial de un pensador que fracasa en el mundo y se vuelve loco.

Antecedentes históricos

Acerca de la posición de Nietzsche en la filosofía moderna

No es posible clasificar a Nietzsche dentro ninguna de las escuelas filosóficas, pues sus ideas resultan demasiado personales. Además, vivió en un tiempo que no está marcado por las escuelas, sino en el que se superaron las estructuras del pensamiento y comenzaron a sobresalir personalidades individuales. Nietzsche, el lector fanático, pensó que la filosofía del siglo XIX estaba acabada, para poder superarla. Criticó la fe en la razón de la Ilustración, que consideraba al objeto dotado de razón como el punto de partida para sus teorías sociales. Nietzsche pensaba que era una ilusión construir todo lo humano sobre la base de la razón, porque la razón solo es una parte del hombre. Quien pone a la razón en un pedestal, desprecia el cuerpo y las pasiones. El cuerpo, la embriaguez y el impulso son tan humanos como la racionalidad. Así, Nietzsche se adelantó al pensamiento de Sigmund Freud. Además, rechazó el idealismo alemán. Hegel, en especial, había intentado explicar toda la realidad a partir de un principio único. Nietzsche ataca todo tipo de estructuras intelectuales aparentemente encerradas en sí mismas, al igual que lo hace con los sistemas que dejan afuera partes centrales de la realidad. Así, se adapta más bien a la sociedad de pensadores como Arthur Schopenhauer y Sören Kierkegaard: con ellos, Nietzsche conformó una especie de reacción romántica contra las rígidas estructuras intelectuales de impronta hegeliana.

Y Nietzsche fue el primer intelectual de la modernidad que explicó qué efectos tendría el colapso de cualquier construcción metafísica o religiosa sobre los hombres. “Dios está muerto”. Con esto expresó el fin de toda esperanza. El hombre moderno depende de sí mismo, ya no existen las certezas absolutas ni la moral universal, en particular no existe una moral cristiana. El nihilismo se instaló en Nietzsche y, con él, las ideas que aún hoy siguen vigentes: ¿Cuál es la forma de vivir la vida correctamente y con sentido, si no hay algo superior, si no hay una orientación que nos guíe?

Origen

El propio Nietzsche habló de 18 meses de “embarazo” hasta el “nacimiento” de la primera parte de Zaratustra. En 1881, durante una caminata por Sils im Engadin –su lugar favorito, en el que se recluyó tras su derrumbe emocional– tuvo la idea del eterno retorno. Nietzsche describió esta experiencia como un momento de iluminación. Algunos intérpretes ven en la figura del Zaratustra al filósofo, que desciende al valle desde la montaña de Oberengadin, para traer a los hombres su sabiduría.

La primera parte de Zarastustra fluyó rápidamente de la pluma, las ideas se agolpaban para plasmarse en el papel y la experiencia iluminadora llevó a que el estilo fuera de anunciación y no argumentativo. La escribió en el pueblo italiano de Rapallo, otro de sus lugares favoritos, el viajero incansable. La segunda y la tercera parte también surgieron en pocas semanas, pero la cuarta lo torturó durante un largo tiempo. Cuando finalizó la tercera parte, Nietzsche escribió en una carta: “Está hecho.” Sin embargo, luego escribió una cuarta parte. Por momentos, también jugó con la idea de escribir una quinta y una sexta parte, pero esto fracasó, probablemente debido a la falta de éxito de las partes ya publicadas. La opinión del autor sobre su texto carece de toda autocrítica; creía “haber completado” el idioma alemán. Las tendencias misóginas del libro se relacionan, sobre todo, con su breve y tormentosa relación con Lou Andreas-Salomé.

Influencia

Las primeras partes de Zaratustra se vendieron tan mal que Nietzsche tuvo problemas con su editor. Sin embargo, poco antes del cambio de siglo, la obra se topó con el espíritu finisecular, que se rebelaba contra la filibustería burguesa y la decadencia, y abrazó la idea del superhombre con entusiasmo: Zaratustra se convirtió en un éxito. El estilo de Nietzsche vino a llenar un espacio vacío en la producción literaria de la época y se adelantó al expresionismo de comienzos del siglo XX. Numerosos escritores, como Thomas Mann y Robert Musil, se vieron influenciados por Nietzsche. Richard Strauss llamó Así habló Zaratustra a su famoso poema sinfónico. Pero también el asesino del sucesor al tono austríaco –el atentado que dio lugar a la Primera Guerra Mundial– lo leía con regularidad, del mismo modo que los soldados alemanes fortalecían su resistencia con la lectura. El “superhombre” y la “voluntad de poder” se convirtieron en una especie de mito, en el que todos podían leer lo que querían leer. Cuando, después de la Primera Guerra Mundial, Nietzsche pasó a ser considerado un filósofo serio, Zarastustra desapareció casi por completo de las discusiones científicas, pero no lo hizo entre el público. La ideología nazi adoptó la idea del superhombre. En la República Democrática Alemana, Nietzsche fue censurado debido a esa cercanía ideológica y, también en occidente, se convirtió en una figura sospechosa para muchos. El archivo de Nietzsche en Weimar recién se abrió completamente al público en la década de 1980. Esto, a su vez, dio lugar a una revaloración de la obra y de la biografía del filósofo.

Sobre el autor

Friedrich Nietzsche nació el 15 de octubre de 1844 en la ciudad sajona de Röcken. Su niñez se vio influenciada por el estricto protestantismo de la casa familiar, así como por la temprana muerte de su padre. En 1864 inició sus estudios de filología clásica en Bonn y luego se trasladó a Leipzig. Con tan solo 24 años, recibió un puesto como profesor en la universidad de Basilea. Su obra poco convencional, El nacimiento de la tragedia de 1872, generó tensiones entre sus colegas e hizo que se volcara a la filosofía. Sus Consideraciones intempestivas, escritas entre 1873 y 1876, nacieron bajo el influjo de Arthur Schopenhauer. Con el texto Richard Wagner en Bayreuth de 1876, Nietzsche creó un monumento conmemorativo de su amistad con el compositor. Pero, poco después, la amistad finalizaría, entre otras cosas, debido al interés de Wagner por el cristianismo.Con Humano, demasiado humano, de 1878, Nietzsche también se alejó de Schopenhauer. En 1879, renunció a su puesto en Basilea por un dramático empeoramiento de su estado de salud. Los siguientes diez años estuvieron marcados por diferentes crisis de salud, que trató de paliar con estadías en Suiza, Italia y Francia. Durante estos años aparecieron sus obras principales: Aurora (1881), La gaya ciencia (1882), Así habló Zaratustra (1883–1885), Más allá del bien y el mal (1886) y La genealogía de la moral (1887). En enero de 1889 sufrió un colapso mental en Turín: compadeciéndose de un caballo que había sido golpeado, lo abrazó y cayó luego en un desvarío mental. Se estima que había contraído sífilis. Murió el 25 de agosto de 1900 en Weimar. Tras su muerte y gracias a los esfuerzos de su hermana, se publicó La voluntad de poder, una colección inconclusa de aforismos que es considerada la obra principal de Nietzsche. En la actualidad, los investigadores consideran que muchos de sus textos son poco confiables, debido a las numerosas falsificaciones de su hermana. Ecce homo, la autobiografía de Nietzsche publicada en 1908, atestigua la última etapa creativa del filósofo, pero, también, su creciente megalomanía.


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Comentarios sobre este resumen

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    V. S. hace 3 años
    Muy bueno. Agradable de leer, simple, claro, aporta lo básico y trascendente del autor.
    Entrega una buena primer pincelada sobre su vida y obra con la cual se puede comenzar a escudriñar en detalle sobre lo que nos ha cautivado con mayor profundidad.
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    J. C. hace 4 años
    Excelente resumen, no conocía esta obra. fue enriquecedor.

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