Karl Marx
El capital
Crítica de la economía política
1867
Was ist drin?
En la biblia de los marxistas, su obra maestra de economía, Marx analiza en detalle el proceso de la acumulación del capital y la explotación del proletariado por los capitalistas.
- Economía
- Modernismo
De qué se trata
Crítica científica del capitalismo
El capital es la obra maestra científica de Karl Marx. A diferencia de El manifiesto comunista, este texto no es un breve pero ferviente llamado a la revolución, sino un análisis detallado, exhaustivo y sistemático y una “crítica de la economía política”, tal como lo expresa el subtítulo. Marx pasó 15 años completos trabajando solo en el primer volumen de esta obra. En su extenso y complejo tratado Marx intenta descubrir el funcionamiento oculto del capitalismo. Al hacerlo, se acerca paso a paso a los conceptos de mercancía, valor de cambio y valor de uso de su famosa teoría del valor del trabajo: según Marx, una mercancía tiene tanto valor como el tiempo de trabajo “incorporado” en ella. El trabajador, que no posee medios de producción, tiene que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, que poseen máquinas y otros medios de producción. El capitalista no quiere vender sus mercancías para comprar otras, sino para incrementar su dinero. El “dinero incubado por dinero”, el proceso de acumulación del capital, es el centro de la crítica marxista. Es difícil sobreestimar las repercusiones de la obra de Marx en las ciencias, y mucho menos en los trastornos políticos de gran alcance en gran parte del mundo en el siglo XX.
Ideas fundamentales
- El capital es la obra maestra de Karl Marx y uno de los libros más famosos y controvertidos del mundo.
- En él delinea el funcionamiento del antiguo sistema económico y construye la base científica de la crítica de Marx al capitalismo.
- La base del sistema capitalista es la mercancía.
- Cada mercancía tiene un valor de uso y un valor de cambio.
- El valor de una mercancía se puede medir, además, por medio del trabajo o bien, por el tiempo de trabajo requerido para su producción.
- La fuerza productiva del trabajo varía según el nivel de tecnología, el suministro de materias primas, la habilidad de los trabajadores y otros factores.
- El dinero facilita el intercambio de mercancías: como moneda, equivale al valor de la mercancía; como papel moneda, es una encarnación abstracta del valor de cambio.
- Normalmente, las mercancías se cambian por dinero y nuevamente por mercancías. El capitalista lo hace al revés; intercambia dinero por mercancías y estas otra vez por dinero: más dinero.
- Lo más importante para el capitalista es el plusvalor, el cual es creado por el trabajo de los trabajadores.
- Desarrollan un valor de uso que es más alto que el valor de cambio de su trabajo. De esto, el capitalista obtiene provecho, por lo general, en detrimento de los trabajadores.
- El trabajador debe vender su trabajo, porque no posee medios de producción, pues estos le fueron disputados repetidamente a la clase trabajadora en históricas luchas de clase.
- En el transcurso del siglo XX la teoría de Marx ejerció una influencia más fuerte que cualquier otra.
Resumen
La mercancía y su valor
Las mercancías son la esencia de la riqueza en las sociedades capitalistas. Son artículos que pueden satisfacer necesidades, ya sea directamente (como alimentos contra el hambre o ropa contra el frío) o indirectamente (por ejemplo, una máquina para producir chaquetas abrigadoras). Cada mercancía tiene, por naturaleza, dos tipos de valor:
- Valor de uso – Es una medida de la utilidad de una mercancía. Se “adhiere”, por así decirlo, a la mercancía, por lo que no puede considerarse separado de ella. El valor de uso es totalmente independiente de la cantidad de trabajo invertido, es decir, al comprador de una tonelada de acero no le importa cuánto esfuerzo se necesitó para elaborar este acero.
- Valor de cambio – Se refiere a la relación en la que una mercancía determinada puede intercambiarse por otra. Por ejemplo, un kilogramo de trigo podría ser equivalente a 100 ml de betún para calzado.
“La riqueza de las sociedades en las que prevalece el modo de producción capitalista se presenta como un enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza””.
Para poder comparar mercancías totalmente diferentes, deben contener algo que sea idéntico en todas. ¿Qué tienen, pues, en común una tonelada de acero y una paca de la más fina tela? El tiempo empleado para su producción. Este le asigna su valor a la mercancía y, aun más, genera un valor a partir de ella. Por consiguiente, el valor de la mercancía puede medirse por medio del trabajo, y este, por medio del tiempo laboral utilizado. Así, los trabajos más exigentes y complejos pueden considerarse como trabajos sencillos multiplicados. De esta manera, a partir de la actividad simple, es posible comprender cualquier trabajo por complejo que sea.
La fuerza productiva del trabajo
La fuerza productiva del trabajo puede ser muy diferente: de acuerdo con la naturaleza, el nivel de organización social, el estado técnico, la investigación científica y la habilidad de los trabajadores, con una hora de trabajo se puede producir una cantidad mayor o menor de mercancías. Encontrar diamantes es laborioso y requiere mucho tiempo. Si de pronto se descubre una rica mina de diamantes, la fuerza productiva del trabajo aumentaría inmensamente, porque no habría que excavar tanto para encontrar una cierta cantidad de las codiciadas gemas. Lo mismo ocurre con los desarrollos tecnológicos; el progreso potencia la fuerza productiva del trabajo, porque gracias a los inventos, las máquinas y demás, se pueden producir más mercancías en menos tiempo.
“Un valor de uso o bien, por consiguiente, solo tiene un valor porque en él está objetivado o materializado un trabajo abstractamente humano””.
Hay bienes que, a pesar de que tienen valor de uso, no pueden describirse como mercancías. En general, se trata de bienes que se producen para uso personal. Pero para que sean mercancías, deben tener un valor de uso social, es decir, deben ser negociables. El valor solo tiene un artículo de uso. Si un bien no es útil, tampoco tiene valor.
El dinero y el carácter fetichista de la mercancía
El intercambio de mercancías se simplificó rápidamente en la historia de la humanidad al utilizar formas de equivalencia general –conchas, animales o metales preciosos– como medio de intercambio. Las monedas de metales preciosos son particularmente populares: se subdividen fácilmente en diferentes cantidades y poseen el valor suficiente para ser aceptadas como sustituto para otros bienes. Sin embargo, el valor de mercancía del dinero perdió cada vez más importancia; el dinero se convirtió en una encarnación abstracta del valor de cambio: nació el papel moneda, cuyo valor material, a diferencia de las monedas, no tiene nada que ver con su función como medidor del valor.
“A primera vista una mercancía parece una cosa obvia, trivial. Su análisis demuestra que es una cosa muy complicada, llena de sutilezas metafísicas y caprichos teológicos””.
Las mercancías se convirtieron en fetiche para los humanos: se independizaron y recibieron un aura misteriosa. La razón es que el individuo que intercambia una mercancía o dinero por otra mercancía ya no está directamente vinculado con el tiempo de trabajo “incorporado”. Para un siervo de la Edad Media, que básicamente consumía y poseía solo lo que él mismo producía, el producto de su trabajo no podía ser un fetiche. El carácter fetichista (por ejemplo, la calidad de venerable) de la mercancía solo existe porque realmente hay mercancías, es decir, bienes intercambiados dentro de la sociedad.
El ciclo de mercancía y dinero
Con la circulación de las mercancías, se forman los precios. Los precios son una medida del trabajo vinculado con las mercancías. Sin embargo, los precios pueden ser demasiado altos o demasiado bajos. La circulación real de las mercancías ocurre cuando se intercambian mercancías por medio del dinero, por ejemplo, un tejedor vende el producto de su trabajo y, a cambio, recibe una cierta cantidad de dinero. Con ese dinero compra, por ejemplo, una biblia para la inspiración familiar. De esta manera intercambia su dinero por una mercancía y, por consiguiente, por el trabajo de otros. La circulación, por tanto, sigue el principio
“La circulación del dinero como capital es, en cambio, un fin en sí mismo, pues la valorización del valor existe únicamente dentro de este proceso constantemente renovado. El movimiento de capital, por tanto, no tiene medida. Como agente consciente de este movimiento el poseedor de dinero se convierte en capitalista. Su persona, o mejor dicho, su bolsillo, es el punto de partida y retorno del dinero””.
mercancía → dinero → mercancía
o dicho de otra manera, el trabajador intercambia una pieza elaborada con trabajo propio por una pieza elaborada con trabajo ajeno.
Pero existe aun otro ciclo. A saber, cuando el dinero ya no desempeña el papel de intermediario, sino el de protagonista, entonces el principio
“D–D, dinero que incuba dinero, reza la definición del capital en boca de sus primeros intérpretes, los mercantilistas””.
dinero → mercancía → dinero
describe el nacimiento del capital. Las mercancías no se compran porque representan un valor de uso, sino que se compran para venderlas y acumular más capital. Así que aquí no se trata del valor de uso, sino del valor de cambio, o mejor dicho, del plusvalor que incrementa el capital. ¿A dónde conduce este proceso? A cada vez más capital: más dinero → mercancías → todavía más dinero, y demás. El ciclo de mercancías tiene el objetivo final de satisfacer necesidades. El ciclo de dinero –que, por supuesto, presupone la existencia del ciclo de mercancías– es, en cambio, puramente un fin en sí mismo. El poseedor del dinero que controla este proceso es el capitalista, que tiene un único principio: hacerse rico y cada vez más rico.
La fuerza de trabajo vendida
¿Pero de dónde viene el plusvalor? Si se intercambian mercancías y dinero, no hay ninguna “fábrica de plusvalor” sin descubrir en este proceso. Pero sí existe en un tipo muy específico de mercancía, se trata de la fuerza de trabajo del trabajador, el cual la vende como una mercancía. El valor de la fuerza de trabajo se mide de acuerdo con los gastos que el trabajador requiere para su existencia. Aparte de los alimentos, estos son histórica y culturalmente diferentes, según lo que se considere como mínimo de subsistencia en una época y cultura determinadas. El valor de cambio del trabajo, es decir, el salario que el capitalista le paga al trabajador por un día entero de su trabajo, solo asegura su mínimo de subsistencia. Pero el valor de uso del trabajo es mayor para su comprador, el capitalista. Este plusvalor beneficia al capitalista, pues su dinero invertido se convierte en capital.
“La segunda condición esencial para que el poseedor de dinero encuentre en el mercado la fuerza de trabajo como mercancía es que su poseedor, en lugar de poder vender mercancías en las que se haya objetivado su trabajo, deba, por el contrario, ofrecer como mercancía su propia fuerza de trabajo, que solo existe en su corporeidad viva””.
Las materias primas y los medios de trabajo (las máquinas) que utiliza el capitalista en el proceso de producción son capital constante. Esto significa que su valor no cambia durante el proceso de producción. La situación es distinta con la fuerza de trabajo: aporta el valor que se le paga al trabajador como salario y, además, un plusvalor. La parte de capital invertida en forma de fuerza de trabajo puede, por consiguiente, denominarse capital variable.
La ciencia de la explotación del trabajador
El comercio de la fuerza de trabajo como mercancía tiene como consecuencia que, al final del día, en lugar de un producto hecho por él mismo, el trabajador solo tiene el dinero que le paga su empleador por la entrega de su trabajo. Se pierde la cercanía con los bienes elaborados: el trabajador se distancia de su trabajo porque su resultado ya no es de su propiedad, sino del capitalista. El trabajo es un componente integral de la personalidad humana. Pero, en particular, el trabajador industrial, que realiza actividades especializadas y estúpidas, ya no tiene ninguna relación con su trabajo. Pero, después de todo, ¿por qué el trabajador tiene que vender su fuerza de trabajo? En la mayoría de los casos, porque no posee los medios de producción (por ejemplo, máquinas o materias primas) que necesita para la elaboración independiente de productos, ya que estos están casi exclusivamente en manos de los capitalistas.
“El producto es propiedad del capitalista, no del productor directo, es decir, del obrero””.
De la fórmula “plusvalor / trabajo necesario” se puede deducir la tasa de plusvalor, la cual describe el grado de explotación del trabajador que, de esta manera, aporta el plusvalor de su trabajo. Cada hora que el trabajador trabaja para el capitalista más allá del tiempo necesario para la supervivencia, solo le aporta valor al capitalista, no al trabajador. Por supuesto, el capitalista busca incrementar el plusvalor mediante la extensión de las horas laborales (por ejemplo, al convertir un día de doce horas en uno de dieciocho horas) o al aumentar la parte del horario laboral de plusvalor en la jornada laboral total. Esto se logra al aumentar la productividad con el mismo salario constante.
La acumulación de capital
El capitalista practica con su dinero la acumulación de capital (acopio). Reinvierte una parte del dinero para adquirir más medios de producción. De esta manera se inicia un proceso de autorrefuerzo. Con la acumulación de capital intensiva, la productividad aumenta enormemente, por ejemplo, mediante el progreso técnico. Si la población crece al mismo tiempo que este incremento en la productividad, se forma un “ejército de reserva industrial”, un ejército de desempleados. El capitalista solo tiene que chasquear los dedos y los nuevos trabajadores en la miseria están dispuestos para emplearse incluso por un salario menor. Así, los trabajadores compiten entre ellos y el capitalista es el beneficiario de este proceso. En la misma medida en que aumenta la riqueza de los capitalistas, se incrementa la miseria de la clase trabajadora. El trabajador debe someterse a la ley de la máquina, extender o acortar su jornada laboral, reubicarse o tomar otras medidas para satisfacer al capitalista. La sobrepoblación hace posible que el capitalista encuentre siempre suficientes trabajadores dispuestos a laborar (o forzados a laborar) para poder salir del ejército de reserva.
La lucha de clases
La relación entre el capitalista y el trabajador no se refiere mucho a una relación personal entre dos personas, se trata más bien de una relación entre clases, la clase trabajadora y la clase capitalista, que han estado luchando desde hace siglos por el pusvalor del trabajo. Esta relación se ha caracterizado siempre por la violencia. Sus raíces se encuentran en la sociedad feudal de la Edad Media. Solo después de que esta se disolviera y los antiguos siervos se convirtieran en personas libres, estos pudieron ofrecer su fuerza de trabajo en el mercado. O, mejor dicho, fueron golpeados y lanzados a la esclavitud asalariada. Una ola de expropiación se extendió por los países, sobre todo en Inglaterra: primero, los agricultores fueron expulsados de sus tierras de cultivo, porque estas se usaban como pastizales y luego, en el transcurso de la Reforma, los favoritos reales confiscaron las propiedades de la Iglesia que se vendían entre ellos. La pequeña propiedad privada en manos de muchos se convirtió en propiedad privada extensa en manos de pocos. Además, en los siglos siguientes, los actos de violencia fueron legitimados más tarde por la ley.
“Por el contrario, la parte del capital convertida en fuerza de trabajo cambia su valor en el proceso de producción. Reproduce su propio equivalente y un excedente de este, el plusvalor, que, a su vez, puede cambiar, ser mayor o menor””.
Pero, algún día, el capital se hundirá por su propia codicia. Los capitalistas utilizarán cada vez más máquinas y cada vez menos trabajadores para la producción. La miseria de las masas crecerá a medida que el capital se concentre cada vez más en cada vez menos capitalistas. La expropiación seguirá hasta que las condiciones se vuelvan tan insoportables que se descarguen en una revolución. La expropiación de los expropiadores se vuelve, entonces, inminente.
Acerca del texto
Estructura y estilo
La presente edición de El capital reproduce partes seleccionadas de los tres volúmenes. Originalmente, la obra fue estructurada en cuatro, pero solo el primero fue completado por el propio Marx. Los demás se basan en notas y conceptos que el amigo de Marx, Friedrich Engels, llevó a la forma final y, en consecuencia, tienen un estilo menos redondeado. En el primer volumen, Marx expone los fundamentos de su teoría del valor del trabajo, el plusvalor y la acumulación de capital. En particular, la séptima sección es importante para la comprensión marxista de la historia: aquí se encuentran la famosa tesis de la “historia de la lucha de clases” y un análisis del surgimiento de la clase capitalista y el proletariado. El segundo y el tercer volúmenes son mucho más difíciles de entender que el primero, porque aquí Marx –mejor dicho Engels– recurre al método matemático para “probar” la circulación de capital con muchas ecuaciones, no siempre muy esclarecedoras. Básicamente, la obra se lee como una mezcla de tratado científico, ensayo y panfleto, condimentado con algunas indirectas contra los capitalistas, así como contra el precursor de Marx en la ciencia económica. En conjunto, sin embargo, el escrito no es de ninguna manera tan vehemente y combativo como El manifiesto comunista. El propio Marx escribe sobre su estilo: “Con excepción de la sección sobre la forma del valor, no se podría acusar a este libro de ser difícil de entender. Supongo, por supuesto, lectores que quieren aprender algo nuevo, por tanto, que también quieren pensar por sí mismos”.
Planteamientos de interpretación
- Marx utilizó muchas páginas para explicar el concepto de plusvalor. Subraya que el comercio “fuerza de trabajo contra dinero” ocurre de manera totalmente justa. Sin embargo, el trabajador entrega más de lo que le pagan. En un primer momento esta situación paradójica solo tiene sentido si se consideran por separado el valor de cambio (el trabajo por el que le pagan al trabajador) y el valor de uso (el valor que el capitalista puede obtener con el producto del trabajo y los medios de producción).
- La teoría del valor del trabajo es el fundamento del análisis marxista. Los planteamientos de la teoría económica clásica que Marx aplica solo tienen validez limitada. En su opinión solo tiene valor la mercancía que también contiene trabajo. Según esta concepción los recursos naturales, como los bosques, no tienen valor laboral, porque no son mercancías, pero sí tienen valor de uso.
- Marx deduce históricamente cómo nació la clase capitalista, pero no busca una explicación para el deseo de los capitalistas por incrementar el dinero.
- Los antagonismos de clase entre el proletariado y los capitalistas son inherentes para el sistema de Marx. Están condicionados estructuralmente, son rígidos y existirán siempre mientras se mantenga el sistema. No existe ninguna posibilidad para el compromiso ni ninguna oportunidad de reforma, porque los intereses de los capitalistas y los proletarios son diametralmente opuestos. La conclusión de esta tesis es el derrocamiento violento del capitalismo, la “expropiación de los expropiadores”.
- La teoría histórica de Marx sigue a un importante predecesor en la filosofía del idealismo alemán: Hegel colocó la dialéctica (tesis, antítesis, síntesis) en el centro de su doctrina. Marx quería “darle la vuelta” a Hegel para “ponerlo de pie” y reinterpretar su idealismo (la existencia del hombre, que lo distingue del animal, está condicionada por la conciencia de sí mismo) en un materialismo histórico, el ser determina la conciencia, no a la inversa.
Antecedentes históricos
Los hijos de la industrialización: el proletariado
Las consecuencias de la Revolución Industrial, que Marx pudo estudiar especialmente bien durante su exilio en Inglaterra, formaron un trasfondo esencial de su teoría, en particular, del materialismo histórico. La industrialización contribuyó a un gran avance en el trabajo fabril. La división del trabajo y la especialización llevaron a enormes incrementos en la productividad. Las fábricas surgieron en las ciudades como hongos en el piso. Gracias a la máquina de vapor, las fábricas se independizaron de las fuerzas motrices naturales como las fuerzas del viento, el agua y los músculos. La población rural acudió en masa a las ciudades. La razón fue que los pastizales, que anteriormente eran por lo general accesibles, se convirtieron en propiedad privada. Los terratenientes les expropiaron este recurso a muchos campesinos y los privaron de sus medios de vida. A la población rural no le quedó más remedio que ganarse el sustento en las ciudades. De esta manera, la industrialización y la privatización en los siglos XVIII y XIX crearon una nueva clase de personas desfavorecidas: los proletarios. Marx describió de esta manera que no disponían de medios de producción, sino solo de su puro trabajo, que tenían que ofrecerse a los capitalistas como “esclavos asalariados”. Las consecuencias de este sistema social fueron la depauperación, condiciones catastróficas de salud y vivienda y horas de trabajo inhumanas. La sobrepoblación y los intentos capitalistas de racionalización llevaron, además, a la formación de un “ejército de reserva industrial” (Marx), o sea, un grupo de desempleados que ejercían una gran presión sobre los salarios y las ya de por sí malas condiciones de trabajo, como se ha señalado.
Origen
Marx necesitó cerca de 15 años para tener una copia en limpio del primer volumen de El capital. El 2 de abril de 1851 le escribió a su amigo Friedrich Engels que, después de haber hecho una selección de sus numerosas fuentes y un esquema aproximado de su concepto, tenía la intención de estar listo en unas pocas semanas. Pero nada de eso pasó. Todavía trabajó algunos años en el primer volumen y le dio largas a su editor más de una vez, pero anunció su obra con amigos como el “gran éxito”. Las expectativas eran correspondientemente altas. En 1867 apareció el primer volumen. Engels se mostró desconcertado con la revisión del manuscrito, aunque Marx le había advertido que no debía sorprenderse porque, aunque la obra llevara el título de El capital, contenía poco sobre ese tema. Wilhelm Liebknecht, el fundador del Partido Obrero Socialdemócrata, incluso admitió francamente que “nunca antes un libro lo había decepcionado tanto”. Marx ya no podría completar los demás volúmenes planeados de la obra. Afortunadamente, sin embargo, había elaborado extensos manuscritos que describían el formato y la estructura de la obra completa. Después de la muerte de Marx, Engels tuvo que realizar el arduo trabajo para la edición de los volúmenes pendientes. El segundo volumen todavía se apoyaba en modelos bastante formulados y salió en 1885. El tercer volumen se construyó a base de bocetos vagos, lo que también fue señalado por él, y no apareció sino hasta 1894. Marx todavía tenía planeado un cuarto volumen, en el que quería, sobre todo, desarmar las teorías de los antiguos economistas.
Historia de la influencia de la obra
El capital tuvo una influencia extraordinariamente amplia, tanto en las ciencias económica y filosófica como en la realidad política, en la forma del marxismo-leninismo. La obra de Marx inspiró a los autores y políticos socialistas de todo el mundo. La llamada escuela económica del Marginalismo también discutió detalladamente a Marx en sus trabajos, aunque, en parte, solo para refutar sus tesis; así lo hace, por ejemplo, Eugen von Böhm-Bawerk en Capital e interés (1884-1889). En la primera mitad del siglo XX, la batalla de los sistemas también se entusiasmó con la ciencia económica. El economista austriaco Joseph Alois Schumpeter (Capitalismo, socialismo y democracia, 1942) retomó la teoría marxista de la destrucción del capitalismo mediante la revolución del proletariado: pero el capitalismo no será destruido por el socialismo, sino que a la larga se ahogará en su propia productividad, destruirá sus capas sociales de protección y se inmovilizará en la burocracia.
El capital desarrolló una fuerza explosiva revolucionaria contundente, sobre todo en Rusia. Lenin vio en el tratado marxista la prueba científica para la necesidad de una revolución, la cual realmente se llevó a cabo en 1917. Pero después de la revolución rusa, no comenzó el reino de la libertad, como Marx había dicho, sino que, bajo Joseph Stalin, siguió una dictadura cruel y un sistema totalitario que se extendió más allá de Rusia y también a muchos países del Tercer Mundo, pero que finalmente resultó inviable. El marxismo se mostró como una doctrina propensa a la mutación y la variación. Entre los filósofos importantes en la sucesión de Marx se cuentan, entre otros, Theodor W. Adorno, Louis Althusser, Walter Benjamin, Antonio Gramsci, Georg Lukacs y Ernst Bloch.
Sobre el autor
Karl Marx nació en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Su familia era judía, pero se convirtió a la fe evangélica para que el padre pudiera continuar su profesión legal. Después de graduarse en 1835 de la enseñanza media superior en una preparatoria de Tréveris, Marx estudió en Bonn y, a partir de 1836, derecho, filosofía e historia en Berlín. En 1841 recibió su doctorado en la Universidad de Jena. A continuación fue redactor en la Rheinischen Zeitung (Gaceta Renanana), donde tuvo problemas con la censura; en 1843 el diario fue prohibido. Ese mismo año Marx se casó con su amiga de la infancia, Jenny von Westphalen. Estuvo hasta 1845 en la Francia liberal, donde conoció a Heinrich Heine, y fue coeditor de los Deutsch-Französischen Jaharbüche (Anuarios franco-alemanes). Por presión del gobierno prusiano fue expulsado de Francia y se fue a Bruselas. En 1844 conoció a Friedrich Engels, el hijo de un fabricante. En 1849 emigró a Londres después de haber sido expulsado nuevamente de Prusia y París. En Londres su amigo Engels tuvo que apoyarlo financieramente porque Marx no se mostraba inmodesto: la hija tenía que recibir clases de piano; la esposa, vacacionar en el lago y él mismo se concedía el lujo de tener un secretario privado. Además, especulaba, como se deduce de una carta a su tío: “He especulado, lo que no te sorprenderá demasiado, en parte en fondos estadounidenses, pero sobre todo en acciones inglesas que aquí están creciendo en la tierra como hongos. Este tipo de operaciones toma poco tiempo y se puede arriesgar algo para quitarles dinero a los enemigos”. En Londres Marx inició un estudio intensivo cuyo fruto es su obra maestra El capital, una crítica de la economía política y, al mismo tiempo, el fundamento del materialismo histórico. En 1881 su esposa murió y en 1883, Jenny, su hija mayor, también falleció. Poco después, privado de todo ánimo para seguir viviendo, Marx murió el 14 de marzo de 1883.
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