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El príncipe

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El príncipe

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Was ist drin?

La famosa e infame obra de Maquiavelo: el arte del liderazgo sin reparar en las pérdidas.


Clásico de la literatura

  • Política
  • Renacimiento

De qué se trata

El libro sobre el ejercicio del poder

El fin justifica los medios. Esa es la máxima, simple y pragmática, con la que puede sintetizarse la obra central de Nicolás Maquiavelo (Niccolò Machiavelli), El príncipe (Il Principe). El empleado de la cancillería en Florencia escribió su manual sobre el poder político en 1513. El texto generaría más controversias que cualquier otro escrito. ¿Cómo debe ser el soberano ideal del Renacimiento? Esta es la cuestión central que Maquiavelo aborda en sus páginas. Según el autor, el requisito básico para lograr un estado fuerte es la capacidad del soberano para defender su poder con todos los medios: cueste lo que cueste. Por eso, un príncipe puede mentir, engañar, reprimir y asesinar a sus oponentes, si esto garantiza la estabilidad del Estado. Sin duda, el breve escrito ofrece suficientes elementos como para demonizar a su autor, pero Maquiavelo no hace una defensa ilimitada de la desconsideración y la violencia, ni justifica los objetivos que parecen exigir violencia. Por otro lado, sus máximas tampoco encuentran una base en el código moral cristiano, sino que surgen del ejercicio del poder. Y el ejercicio del poder rara vez se corresponde con el ideal. El término “maquiavélico” se acuñó en el siglo XVI; una persona maquiavélica es un tirano extremadamente hipócrita y cruel que se vale de cualquier medio para alcanzar sus objetivos.

Ideas fundamentales

  • Siguiendo el modelo de los libros educativos, El príncipe ofrece consejos prácticos para conquistar y garantizar un gobierno monárquico.
  • Contenido: un soberano debería hacer todo lo posible para garantizar su reinado, incluso si esto significa que debe usar la violencia. Puede mantenerse en el poder con crímenes o asegurarse la lealtad del pueblo con buenas acciones. Para un príncipe, es mejor ser temido que amado. Sin embargo, debe satisfacer a sus súbditos, promover el comercio y evitar por todos los medios que su pueblo lo aborrezca. El soberano nunca debe subestimar el arte de la guerra.
  • El famoso e infame libro de Maquiavelo fue escrito en 1513, pero solo se publicó después de su muerte.
  • La Italia del siglo XVI no contaba con un gobierno centralizado, por lo que se convirtió en el trofeo de fuerzas externas.
  • Maquiavelo dedicó su libro a Lorenzo de Medici, a quien exigió tomar el poder en Italia y defender el país de los bárbaros.
  • El príncipe se orienta a la realidad política y no a los ideales morales.
  • La forma de gobierno que fomenta la obra de Maquiavelo se corresponde parcialmente con el absolutismo ilustrado.
  • Ya para el siglo XVI se había acuñado el término “maquiavélico”, para describir un despotismo sin escrúpulos.
  • Aproximadamente 30 años después de la muerte de Maquiavelo (1527), sus escritos ingresaron a la lista de textos prohibidos.
  • Cita: “El odio puede surgir de malas o de buenas acciones. Es por eso que muchas veces un príncipe se ve obligado a no actuar bien cuando quiere lograr otra cosa.”

Resumen

El príncipe

Solo existen dos formas de gobierno: las personas pueden vivir en un estado libre, es decir, en una república, o en un reino, es decir, bajo un gobierno monárquico. El príncipe puede acceder al trono monárquico por derecho hereditario o por la adquisición de nuevos territorios. Los reinos pueden ser una nueva fundación, como en el caso de Milán, o pueden ser el resultado de una conquista. A quienes heredan el reino, por lo general, les resulta más sencillo gobernar: el pueblo los acepta porque tiene a sus espaldas una larga tradición. Eso también le ayuda a la hora de recuperar su reino cuando les ha sido arrebatado. El motivo es tan sencillo como claro: el extraño deberá ganarse el respeto del pueblo a través de la crueldad. El viejo soberano no necesita hacerlo, por lo que el pueblo lo quiere más.

La forma correcta de la conquista

Cuando se anexan otros reinos a través de la conquista, existe una diferencia importante entre aquellas regiones que comparten el mismo idioma que el reino conquistador y aquellas que no lo hacen. En caso de compartir el idioma, basta con eliminar a la antigua estirpe dominante y conservar las leyes vigentes. En la mayoría de los casos no habrá problemas con el pueblo. Siempre debe construirse una residencia, puesto que, de lo contrario, los súbditos y los eventuales intrusos rondarán constantemente al soberano. Más efectivas y más baratas que la ocupación de tierras son las colonias: basta con despojar de todo a los pocos habitantes locales, quienes luego serán tan pobres que no podrán dañar al soberano. En las cortes, debe radicarse el propio séquito. Es necesario dejar a los poderosos locales sin poder tan pronto como sea posible; los menos poderosos se convertirán en cómplices.

“Todos los Estados, todas las fuerzas que han tenido y tienen poder sobre las personas son repúblicas o reinados””.

Prevenir es mejor que curar: es por ello que, de inmediato, deben tomarse todas las medidas para garantizar el dominio después de la conquista. Cuando un reino es gobernado por un monarca, como sucede, por ejemplo, en Turquía, es difícil deshacerse de él. Pero si se logra, el gobierno en sí mismo resultará particularmente sencillo, porque no existen señores feudales que quieran hacer rancho aparte. En el caso de Estados como Francia, el acceso al poder es sencillo, pero conservarlo es proporcionalmente más difícil. Puesto que el rey está rodeado de príncipes y barones, todos ellos ávidos de poder, es sencillo pergeñar alianzas. Sin embargo, una vez que el rey ha sido derrotado, habrá tantos barones que conservar el poder se convertirá en una tarea hercúlea.

“El soberano de una provincia extranjera debe convertirse en el líder y protector del vecino más débiles y buscar a los más poderosos entre los débiles””.

Si se conquista una región cuyos habitantes antes vivían en libertad, existen tres posibilidades para garantizar el dominio: la primera opción es destruir la ciudad. Este es el método más seguro. En segundo lugar, puede erigirse una residencia en la región. La tercera opción es designar en el gobierno a ciudadanos locales. El Estado puede conservar sus propias leyes, pero debe pagar tributos.

Nuevos soberanos por suerte y capacidad: Cesare Borgia

Un soberano que crea un nuevo gobierno gracias a su propia capacidad solo puede conservarlo por medio de la fuerza de las armas. Un soberano que accede al poder como hombre particular, por lo general, no suele contar con un ejército propio, ni tampoco con el poder de las armas. Si accede al poder por la benevolencia de otro, el soberano debe actuar con inteligencia para no perder todo con rapidez.

“Cuando los Estados conquistados estaban acostumbrados a vivir en libertad según sus propias leyes, hay tres modos de tratarlos: destruirlos, residir en ellos o permitirles seguir viviendo según sus propias leyes””.

Un ejemplo de esto es Cesare Borgia, que era demasiado dependiente de su padre, el Papa Alejandro VI. Con el apoyo papal, Borgia logró conquistar la Romaña italiana. Después de que el Papa disolviera el matrimonio del rey francés a pedido de este, como muestra de su reconocimiento, el rey envió su ejército para ayudar a Borgia a conquistar la Romaña.

“La monarquía puede originarse en el pueblo o en entre los poderosos, dependiendo de qué partido tenga la oportunidad de hacerlo””.

Borgia se dio el título de duque e intentó por todos los medios establecer su dominio. Para ello, mandó asesinar a sus enemigos políticos y nombró a Ramiro de Orco como su administrador. Con mano de hierro, De Orco hizo que la región, azotada por la falta de leyes, volviera a la normalidad. Sin embargo, como administrador era sumamente impopular.

“Es necesario tener siempre presente que, en los últimos tiempos, Italia se dividió en muchos estados como consecuencia del desmoronamiento del poder imperial y del crecimiento de la imagen del Papa en occidente””.

Borgia se opuso a la designación de un nuevo Papa, ya que esto podría resultar peligroso para su padre y, con ello, para sí mismo. Extinguió por completo el linaje real y consiguió el apoyo de todos los nobles de Roma y de la mayoría de los cardenales. Su intención era aumentar su poder a través de nuevas conquistas, pero su padre falleció y él contrajo una enfermedad mortal. No ofreció resistencia al ataque de los ejércitos españoles y franceses.

Gobernar con crímenes o con el apoyo de los ciudadanos

Existen otras dos posibilidades para que una persona pueda convertirse en soberano. La primera es asegurarse el poder a través de acciones criminales. Aquí la suerte no desempeña ningún papel, porque el soberano se asegura su permanencia en el poder gracias a su falta de escrúpulos, de modo que no depende de nadie.

“El príncipe debe estudiar historia y el desempeño en la batalla de los hombres excepcionales””.

El siciliano Agátocles de Siracusa hizo su carrera criminal en el 300 a.C.: era el hijo de un alfarero, pero recorrió toda la carrera militar y aspiraba llegar al trono. Por ello, reunió al senado y a los ciudadanos ricos de Siracusa en una asamblea. Se cerraron las puertas y hasta el último hombre presente fue asesinado. Desde ese momento, nadie se atrevió a dudar de su poder. Sin embargo, esta forma de toma del poder carece de honor. Por tal motivo, no es posible contar a Agátocles entre los grandes hombres de la historia. Cuando es necesario realizar actos de crueldad a los fines de acceder al poder, estos deberían realizarse en forma rápida y comprimida. El uso de la fuerza no puede extenderse a lo largo del tiempo. Quien somete a su pueblo a una violencia creciente, pronto perderá su poder.

“Un soberano que no quiere saquear a sus súbditos, que desea evitar la pobreza y el desprecio y que no quiere volverse un ladrón, no debe temer la fama de avaro””.

Por otra parte, es posible convertirse en soberano con la ayuda del pueblo o con la ayuda de los señores de las castas más altas. Esto último resultará difícil, puesto que esos señores también se sentirán llamados a convertirse en soberanos. Quieren oprimir al pueblo, pero el pueblo no quiere ser oprimido. Un verdadero soberano del pueblo debe asegurarse, entonces, la amistad del pueblo. Si el pueblo espera cosas malas de parte de su rey, la manera de lograr su lealtad es realizando buenas acciones.

Sobre la fuerza del gobierno

Un soberano es fuerte cuando cuenta con su propio ejército y si puede atacar en el campo de batalla. Si no tiene un ejército propio, solo le queda retirarse a una fortaleza. Para eso, lo primero que debe hacer es amurallar la ciudad. Si el pueblo ama a su rey, lo apoyará y los conquistadores externos tendrán dificultades para imponerse. Las ciudades reino de Alemania son el prototipo de las ciudades completamente libres: están tan bien amuralladas y tienen tantas provisiones que podrían soportar un año de ataques. El conquistador, por su parte, está expuesto a los cambios de las estaciones y, en la mayoría de los casos, deberá emprender la retirada cubierto de vergüenza. Los gobiernos religiosos son los que pueden mantenerse con mayor facilidad: puesto que se apoyan en la religión, en la tradición y en Dios, nadie se atreve a sublevarse.

Cómo debe ser un buen ejército

Quien desea asegurarse su poderío, necesita buenas leyes y un buen ejército. Quien apuesta a los ejércitos a sueldo, se verá traicionado y vendido. Los soldados a sueldo no sirven a su señor por cariño sincero, sino por el dinero que reciben. Son desleales y robarán al pueblo en tiempos de paz. En tiempos de guerra, el enemigo se encargará de ellos porque los soldados son cobardes y con frecuencia cambian de bandos. Los capitanes son especialmente peligrosos, pues son expertos en su área y quieren conservar todo el poder para sí. Los principiantes, por el contrario, aniquilan la tierra debido a su incapacidad para liderar. Las tropas auxiliares, que suelen solicitarse a otros soberanos amigos, suelen causar más daño que otra cosa. Solo quien posee tropas propias, como, por ejemplo, Suiza, puede considerarse verdaderamente libre y, por ello, son fuertes.

“Si el soberano está en el campo de batalla y tiene un gran ejército detrás de sí, no debe sentirse amedrentado ante la posibilidad de tener fama de cruel””.

El rey jamás debe descuidar el arte de la guerra, pues, antes que nada, se espera de él que sea capaz de defender al pueblo y liderar una guerra. Algunos hombres lograron convertirse en soberanos porque perfeccionaron su manejo de las armas. Y, al revés, muchos soberanos perdieron el poder porque se olvidaron de la práctica guerrera. El ejército debería estár preparado para entrar en acción en todo momento, incluso en tiempos de paz. El rey debe conocer al detalle sus tierras, para no perecer en los pantanos durante una estrategia de defensa. El soberano sabio estudia los movimientos de otros capitanes, que lograron ganar batallas gracias a su capacidad y su astucia.

Cómo debe comportarse un príncipe

No sirve de nada que un soberano se ate a sus ideales: entre malas personas, su bondad desaparecerá de todos modos. Sin embargo, si su personalidad tiene rasgos negativos, debe asegurarse de que no se conozcan. Es bueno que un soberano sea considerado generoso, pero rara vez le servirá de algo. Por eso, quien tenga fama de avaro, no debe preocuparse demasiado: lo único que importa es que su austeridad ayudará a todo el pueblo, por ejemplo, en caso de guerra, porque estará en condiciones de defenderlo.

“Un soberano no necesita temer una conspiración en su contra, mientras el pueblo le tenga afecto””.

Un rey debería ser amado y a la vez temido. Si debe renunciar a una de las dos cosas, es mejor que sea temido, sin llegar a ser odiado. Su bondad solo alimentará la anarquía, en tanto que la crueldad mantendrá el orden. Un soberano blando rara vez podrá confiar en la gratitud de sus súbditos: en el momento decisivo, la mayoría cambiará de opinión y se negarán a servirle. Si es necesario, el soberano debe romper su palabra. Después de todo, todos lo hacen. Sin embargo, debe asegurarse de tener un motivo adecuado para romper su promesa. Quien puede aparentar virtuosismo absoluto, irá por buen camino. El pueblo cree lo que ve y se deja obnubilar con facilidad.

“El odio puede ser el resultado de buenas o de malas acciones, y por ello, muchas veces el soberano se ve obligado a no actuar bien, para lograr lo contrario””.

Es imprescindible que el rey evite granjearse el odio de sus súbditos: las propiedades y las mujeres de los ciudadanos no pueden tocarse. Debe protegerse la actividad comercial de los ciudadanos y, en especial, debe favorecerse a los virtuosos. Las fiestas y las festividades son importantes porque mejoran el ánimo de la gente. El soberano debería rodearse solo de ministros capaces, que trabajen en pos del bienestar del Estado. Si son inteligentes y confiables, debería garantizárseles la posibilidad de decir la verdad incluso en situaciones desagradables, en lugar de verse forzados a adular al soberano.

Consejos para los nuevos soberanos de Italia

En Italia, los soberanos de renombre han perdido su poder. El rey de Nápoles y el duque de Milán desatendieron sus territorios porque no siguieron las reglas más sencillas: fueron odiados por su pueblo y no se ocuparon de armarse ni de dedicarse al arte de la guerra. Nadie debería justificarse alegando estar a merced de otros: Fortuna tiene un gran poder, pero es importante obligarse siempre a tomar el camino correcto. Quien experimenta todos los años la fuerza de la naturaleza cuando crece el río, en algún momento construirá un terraplén para proteger sus bienes. Fortuna es una mujer: hay que vencerla o ganarla con audacia para sí. Italia está lista para seguir a un hombre intrépido y valiente, que la libere de los bárbaros. La familia Medici es la elegida para lograr esta gran hazaña con la ayuda de un ejército de leales.

Acerca del texto

Estructura y estilo

El príncipe, en cierto sentido, refleja el modelo de reinado medieval. Se trata de una especie de libro educativo que, de manera didáctica, describe al soberano ideal y brinda consejos prácticos para el ejercicio del poder. La obra comienza con una dedicatoria de Lorenzo de Medici. Maquiavelo quiere asegurarse sus favores. Entre líneas también resuena el hecho de que se siente tratado injustamente tras haber sido relevado de su puesto y que espera lograr la compasión del soberano. El estilo del libro es tan pragmático como su contenido: Maquiavelo subraya en su dedicatoria que el libro carece de adornos. En el contenido, Maquiavelo no se detiene en hacer ensayos de definiciones filosóficas; por el contrario, con gran pragmatismo, utiliza ejemplos de soberanos de la historia a quienes destaca como modelos a seguir o como ejemplos de fracaso.

Enfoques interpretativos

  • El príncipe es una obra de realismo político: no describe lo que debería ser, sino que pone la atención en lo que es.
  • Los consejos de Maquiavelo están orientados al efecto. Es por ello que el libro puede sintetizarse con la siguiente fórmula: lo bueno es lo que sirve y promete éxito.
  • Maquiavelo se adelanta a la economía política que llegaría más adelante y que plantea que el Estado y la economía están íntimamente unidos.
  • La forma de gobierno propuesta por la obra de Maquiavelo refleja en gran medida la del absolutismo ilustrado.
  • Sin el conocimiento del contexto histórico de su surgimiento, es fácil malinterpretar el libro. Maquiavelo se interesa, sobre todo, por la situación política concreta de Italia a comienzos del siglo XVI. No aspiraba a que sus consejos tuvieran una validez atemporal.
  • Maquiavelo parte de una imagen del ser humano extremadamente negativa: con los vaivenes de humor, la hipocresía y la falta de honor de sus contemporáneos justifica, en parte, el accionar amoral del soberano.
  • El concepto de “razón de Estado” describe el hecho de que el interés del Estado siempre estará por encima de los intereses individuales. El interés del Estado también suele definirse como “bien común”.

Antecedentes históricos

La política en la Italia renacentista

En el siglo XV, Florencia estaba dominada por una familia que extendía cada vez más su poder gracias a una inteligente distribución de los puestos políticos: los Medici. Ya en el siglo XIII, los Medici se habían forjado un nombre como banqueros en la ciudad. Su pericia como comerciantes los había convertido en la familia más rica de Italia.

La Italia del siglo XV no era un Estado nacional unificado sino una unión muy frágil de ciudades estado. Tras la caída del imperio, Italia del Norte se dividió en un sinfín de unidades políticas independientes que luchaban entre sí. Cosimo de Medici, también llamado Cosimo el Viejo, asumió el gobierno de Florencia en 1434. De la mano de su nieto, Lorenzo de Medici, la ciudad creció hasta convertirse en la principal fuerza política y cultural. Los más importantes artistas se daban cita en la corte de Lorenzo. El Renacimiento, es decir, el resurgimiento de la antigüedad clásica en las artes, dio origen a grandes maestros como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci o Botticelli, que vivían y trabajaban en Florencia.

Aprovechando que su padre era hábil para la política externa, el hijo de Cosimo, Piero de Medici, buscó a partir de 1492 una unión con el reino de Nápoles y descuidó las buenas relaciones con Milán. Milán pidió ayuda a Francia pues temía el aislamiento político. El rey francés Carlos VIII marchó en Italia y conquistó Nápoles. Esto despertó la ira de Austria y España, por lo que Italia se convirtió en la manzana de la discordia.

La unión italiana se desmoronó y las alianzas comenzaron a cambiar constantemente. Este entramado de peleas benefició en primer lugar a los Condottieri, pues estos generales asalariados avanzaban con sus ejércitos para defender al mejor postor y muchas veces también cambiaban de bando en el medio de la batalla. Luego de la entrada de las tropas francesas, los Medici fueron echados de Florencia. Con la ayuda de un ejército español recuperaron el poder en 1512, pero, en 1527, volvieron a ser expulsados. No obstante, la familia volvió a recuperar el poder en 1531. En 1737 el linaje de los Medici se extinguió por completo.

Origen

El libro se publicó con el título en latín De principatibus en 1513. Recién en 1532, apareció con el título en italiano Il Principe. Maquiavelo lo escribió en una especie de exilio: luego de que la familia Medici recuperara el poder en Florencia, su posición se volvió sospechosa por haber supervisado el ejército durante la república. Desilusionado, se mudó a su finca San Casciano en las afueras de la ciudad. Aquí sufrió mucho estar condenado a la inacción. Escribió El príncipe a partir de su ideal de gobernante. Al hacerlo, tenía un modelo concreto ante sus ojos: el inescrupuloso Cesare Borgia, que había conquistado varias regiones de Italia. El objetivo de Maquiavelo era crear un estado nacional lo suficientemente fuerte como para defenderse de las fuerzas extranjeras por sus propios medios.

Influencia

Al principio, la obra de Maquiavelo no tuvo éxito. Su destinatario, Lorenzo de Medici, probablemente nunca llegó a leer el texto. Maquiavelo tampoco vivió para ver su obra impresa. Más de 30 años después de su muerte, las obras del pensador se incorporaron al registro de textos prohibidos.

Los florentinos parecen haber sido los primeros en demonizar a Maquiavelo: cuando los Medici volvieron de su exilio en 1529, ejercieron una cruel venganza por su expulsión dos años antes. El pueblo responsabilizó por ello a los consejos de Maquiavelo para conservar el poder. A pesar de todo, el libro fue traducido a varios idiomas.

En los siglos posteriores, la obra se convirtió en el blanco de las más duras críticas. El antimaquiavelismo alcanzó su punto más alto con el libro Antimaquiavelo, escrito por el príncipe Federico II de Prusia (Federico el Grande) en 1739 y enviado a Voltaire para su redacción e impresión. “El viejo Fritz” se distanció expresamente de los consejos de Maquiavelo. Él propone que, como primer servidor del Estado, el soberano tiene poder ilimitado, pero está obligado a asegurar el bienestar del pueblo con cada una de sus acciones. Durante el régimen fascista de Mussolini en Italia, Maquiavelo fue homenajeado con un reconocimiento como héroe absoluto. No fue sino hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial que la obra se estudió en su contexto histórico.

Sobre el autor

Nicolás Maquiavelo nació en 1469, en Florencia. Su familia tenía un buen nombre, pero no era influyente. El padre de Nicolás era un afamado jurista. A sus casi 30 años, Maquiavelo inició su carrera política al servicio del gobierno. En 1498 fue designado Segundo Secretario de Estado de la República de Florencia. Su área de trabajo eran las relaciones diplomáticas y, en caso de guerra, la supervisión de las operaciones militares. Visitó las cortes italianas, el Vaticano, y también al emperador alemán y al rey francés. Al hacerlo, Maquiavelo estudió cuidadosamente el accionar de estos soberanos. También promovió la creación de una milicia civil en Florencia y en 1503 recibió el encargo de constituir un ejército que, por desgracia, fue aplastado por el ejército español en 1512. Ese mismo año, la poderosa familia Medici recuperó el poder en Florencia, después de haber pasado un largo tiempo en el exilio. La república fue derrumbada. Puesto que Maquiavelo había dirigido la milicia, generó desconfianza entre los nuevos soberanos: de un día para el otro fue despedido y torturado, bajo la acusación de conspiración. Luego de su despido, se mudó a una finca en las afueras de Florencia. Aquí comenzó su etapa creativa como autor de los escritos políticos El príncipe, Discursos y El arte de la guerra. También escribió una historia de Florencia, una novela histórica sobre el político italiano Castruccio Castracani, poemas y obras dramáticas. Maquiavelo no logró recuperar la benevolencia de la familia Medici: murió en la pobreza el 21 de junio de 1527, en Florencia.


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