La vida es sueño
- Drama
- Edad moderna temprana
De qué se trata
Todo es solo un sueño
¿Es posible que nuestra vida sea solo un sueño y la vida verdadera empiece solo después de la muerte? Esta pregunta filosófica y trascendente de la teología cristiana es la que Calderón trata de aclarar en su drama La vida es sueño. A pesar de la seriedad de los temas –la predestinación fatídica contra el libre albedrío, el honor y la venganza, así como el conflicto entre padre e hijo–, la obra resulta ligera con una mezcla bien lograda de comedia y tragedia. Al final, se llega a la comprensión de que el ser humano puede imponerse sobre su destino y seguir siendo humilde. El príncipe Segismundo no tiene que ser el tirano sangriento que le profetizaron a su padre. El destino cruel e imperturbable, que en los antiguos dramas pertenecía a un inventario fijo, puede ser invalidado, según Calderón, solo cuando el ser humano, por su libre albedrío, se pone de parte del bien.
Resumen
Sobre el autor
Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid el 17 de enero de 1600. Provenía de una antigua familia noble de un valle en Burgos. Calderón perdió pronto a sus padres. Cuando tenía diez años, su madre murió y cinco años después, su padre. A partir de 1614 asistió a un colegio jesuita en Madrid y empezó a ocuparse de la literatura. En la Universidad de Alcalá, estudió derecho, matemáticas, filosofía y teología; sin embargo, interrumpió sus estudios en 1620 para convertirse en soldado. En una competencia de poetas en Madrid, conquistó la simpatía de Lope de Vega, quien lo elogió con estas palabras: “Se le concedió un premio a don Pedro Calderón, que ganó en sus viejos laureles, a los cuales el tiempo solo solía dar cabellos encanecidos”. A la muerte de Lope de Vega en 1635, Calderón ocupó su lugar como dramaturgo de la corte y se convirtió en uno de los poetas más importantes de su tiempo. Su hermano publicó en 1636 una antología de dramas, entre ellos, la obra maestra La vida es sueño. En 1640, Calderón participó como oficial en la lucha contra los insurrectos de Cataluña y convenció al rey también con sus resultados militares. En 1645, se ordenó como sacerdote; sus estudios iniciales de teología rindieron por fin sus frutos. Al poco tiempo, se convirtió en canónigo de la catedral de Toledo y, en 1653, en eclesiástico de la corte. Calderón nunca dejó de escribir obras. En la última fase de su vida, se dedicó principalmente a la elaboración de obras de Corpus (los llamados autos sacramentales) y otros dramas espirituales. Murió el 25 de mayo de 1681. Calderón dejó más de 200 obras. Entre las más importantes se cuentan La dama duende, El príncipe constante, El alcalde de Zalamea y El gran teatro del mundo.
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