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El paraíso perdido

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El paraíso perdido

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What's inside?

Eva se permite disfrutar de una dulce fruta y los hombres terminan envueltos en un guisado: Milton convirtió la historia de la Biblia en una epopeya barroca del mundo.


Clásico de la literatura


De qué se trata

La razón por la que los hombres perdieron el paraíso

El paraíso perdido de Milton es una epopeya de enorme energía dramática, que sopesa los motivos del pecado original y brinda un contexto –la expulsión de Satanás del cielo– y al hacerlo excede el contenido explícito de los correspondientes pasajes bíblicos. Con una compilación barroca de imágenes, la obra, compuesta por más de 10 mil versos, describe los abismos del infierno y de la psicología humana. El texto no ahorra en detalles, ni siquiera a la hora de mencionar la intimidad sexual de Adán y Eva. Las consecuencias de tomar la manzana (y con ello, el conocimiento) aparecen descritas en una escena de teatro del mundo que culmina con la historia de la salvación del Nuevo Testamento. Es posible que la intención principal de Milton haya sido enaltecer a Dios y glorificar su justicia infinita, pero el poema también puede leerse en sentido contrario. Eso es lo que hicieron los románticos y es lo que hacen muchos lectores en la actualidad, menos interesados en los postulados teológicos que en las dicotomías entre la omnipotencia divina y el libre albedrío de los hombres, entre el bien y el mal, entre la aceptación y la rebelión. En otras palabras, la obra abunda en temas siempre actuales, por lo que no sorprende que haya inspirado a muchas generaciones de escritores.

Ideas fundamentales

  • El paraíso perdido convirtió a John Milton en el escritor inglés más admirado después de Shakespeare.
  • Contenido: Satanás, celoso de Jesús, el hijo de Dios, ha organizado una revuelta en el cielo, por lo que es arrojado al Infierno. En venganza, seduce a Adán y Eva para que prueben del árbol de la ciencia. Como consecuencia, los primeros seres humanos deben abandonar el paraíso, y la mortalidad y el pecado original son su castigo. Más tarde, Jesús aceptará toda la culpa y salvará a los hombres con su muerte.
  • La epopeya se compone de 10.565 versos libres, divididos en 12 libros.
  • La cuestión central de la obra es la relación entre el libre albedrío de los hombres y la omnipotencia divina.
  • Satanás es un revolucionario: se enfrenta a Dios e insiste en conservar su autonomía.
  • El romántico Blake creyó reconocer en Milton a un adorador secreto de Satanás.
  • El libro es la obra principal de Milton. Antes se había dedicado sobre todo a escribir textos revolucionarios.
  • Milton estaba completamente ciego cuando escribió esta epopeya, por lo que se la dictó a sus hijas y a los ayudantes que había contratado para tal fin.
  • Empobrecido y necesitado de cuidados, en 1667 vendió los derechos de la obra por 10 libras.
  • Cita: “¿Acaso el saber puede ser un pecado? ¿Puede causar la muerte?”

Resumen

Vista al interior del infierno

Satanás, el ángel caído, se rebeló en contra de Dios e inició una guerra en su contra, por lo que Dios lo expulsó del cielo. Fue una estruendosa caída, una caída hacia la nada, hacia el tormento eterno. Y allí está aun hoy, en un desierto oscuro y ardiente. Lo acompaña otro ángel caído: Belcebú. Éste lo insta a no abandonar la lucha contra Dios; después de todo, son inmortales –solo Dios puede matarlos, pero no lo hizo–, y sus fuerzas sobrenaturales les ayudarán. Satanás le da la razón a Belcebú: el tormento eterno en el infierno no es una alternativa aceptable. Es por ello que Satanás convoca a sus tropas de ángeles caídos y los llena de valor. Con una rapidez increíble, construyen un magnífico castillo: el pandemonio. Allí, Satanás conforma su corte.

Satanás va a su segunda batalla

Los demonios debaten sobre la mejor manera de librar una segunda batalla contra el cielo. ¿Es mejor luchar abiertamente o con argucias en contra de Dios? Moloch está a favor de la guerra declarada; después de todo, no tienen nada que perder y la muerte a manos de Dios no puede ser peor que los tormentos eternos del infierno. El bello Belial, por ejemplo, se niega a perder su existencia y se opone a cualquier tipo de guerra, sin importar si se trata de una guerra abierta o insidiosa, y cree que en algún momento podrán adaptarse a la vida en el infierno. Mamón aconseja escoger la paz y recuerda a los demás que el infierno está repleto de tesoros. Belcebú toma la palabra para comentar que corre el rumor de que Dios quiere crear una nueva especie, la de los hombres. Propone comprobar si es cierto y, si es posible, dañar a Dios en su proyecto de creación. La propuesta es aceptada. Pero la pregunta es: ¿quién se encargará de espiar? Nadie se ofrece voluntariamente, por lo que Satanás se asigna la tarea. Mientras se ausenta, los otros ángeles malvados hacen lo que más placer les causa: algunos organizan carreras de vuelo, otros tocan el arpa, otros se dedican a filosofar o a recorrer los otros recovecos del infierno.

“Prefiero gobernar, aquí, en el Infierno / antes que servir en el Cielo””.

Satanás llega a las puertas del infierno, donde dos seres horribles montan guardia: uno es el Pecado, hija y amante de Satanás, idéntica a él, que surgió de la cabeza del demonio y con la que en el cielo concibió a otro ser, su hijo, la Muerte. Éste, a su vez, concibió con su madre una traílla de perros, que cada tanto regresan al regazo materno para destrozarlo con sus dientes. Es por ello que la parte inferior del cuerpo de la mujer se parece a una serpiente con un mortífero aguijón. Satanás convence al pecado para que lo deje salir del infierno y, a cambio, le promete llevarla pronto a un lugar mejor. Luego, vuela por la nada hacia el caos y hacia la tierra.

Dios consulta con su Hijo

Desde el cielo, Dios observa su creación. A su derecha está su Hijo.Los dos observan a la primera pareja de seres humanos, Adán y Eva, recorriendo el paraíso, y también observan a Satanás que se acerca. Dios adivina los planes de su enemigo y se debate entre la misericordia y la justicia, en vista de los pecados que pronto cometerán los hombres. Sabe que Satanás seducirá a los hombres, pero no interviene porque, al igual que a los ángeles, los ha dotado de libre albedrío. El Hijo, por su parte, no quiere dar por perdidos a los hombres, porque de ese modo el enemigo lograría su objetivo. Es por ello que Dios incorpora la posibilidad de expiar las culpas de los hombres. Sin embargo, para ello, alguien del cielo debe morir a cambio. Nadie se ofrece voluntariamente, por lo que  el Hijo lo hace: está dispuesto a sacrificarse y morir; una muerte que no será definitiva, porque es un ser divino. Regresará de la muerte. Dios acepta el sacrificio. En el momento adecuado, nacerá de una virgen y adoptará un cuerpo humano. Mientras los ángeles aclaman al Hijo, Satanás sigue acercándose a la tierra. Con mentiras y una apariencia angelical, engaña al arcángel Uriel, quien termina por indicarle el camino.

El diablo en el paraíso

Satanás llega a las puertas del Edén y, de pronto, su plan le produce remordimientos de conciencia. Muestra indicios de arrepentimiento, pero ya no encuentra la forma de escapar de su maldad. Su orgullo, el mismo que lo llevó a rebelarse en contra de Dios, le impide retroceder. Así, salta los muros del paraíso, que es una parte del Jardín del Edén. Toma la apariencia de un cormorán y se posa sobre una rama del árbol de la vida. Pronto divisa a Adán y Eva, y se asombra ante la belleza y el encanto de la pareja. Al escuchar su conversación descubre que su felicidad solo tiene un límite: no pueden comer los frutos del árbol de la ciencia.

“Entonces deberá caer, él y su / estirpe, infiel a mí. ¿De quién es la culpa? / ¡De él y de nadie más! ¡Desagradecido! (…) Pues yo lo creé / justo y recto, capaz de estar de pie / pero libre de caer””.

Mientras tanto, Uriel ha visto a Satanás escabullirse dentro del paraíso y advierte sobre ello a Gabriel, encargado de vigilarlo. Los dos arcángeles buscan al demonio y finalmente lo encuentran en el lecho de Adán y Eva: Satanás ha tomado la forma de una tortuga y le susurra malos pensamientos a Eva. Los ángeles lo exponen, Satanás adquiere de inmediato su forma original y libra una irónica batalla verbal con ellos. Casi se produce una horrible lucha, pero Dios pone una balanza en el cielo nocturno y coloca las opciones “separarse” y “luchar” en cada una de las bandejas. La primera resulta ser más pesada y Satanás se aleja avergonzado.

Satanás cae del cielo

Aterrorizada, Eva cuenta a Adán su miedo: una figura que parecía un ángel la despertó para ir a recorrer los jardines. Ella lo acompañó hasta el árbol de la ciencia. El aparente ángel comió delante de sus ojos una fruta del árbol y se la ofreció. Ella aceptó, en el sueño. Dios, por su parte, envía al ángel Rafael al paraíso para advertir a Adán. Rafael le cuenta que Satanás se ha rebelado en contra de Dios, carcomido por la envidia que le provocaba su Hijo. Satanás logró convencer a grandes masas de ángeles. Tras una discusión entre Satanás y uno de los ángeles leales a Dios, se produjo una batalla entre los dos bandos enemigos. A diferencia de los ángeles leales, los ángeles caídos sentían un inmenso dolor cuando eran heridos, aunque las heridas cicatrizaban con rapidez. Satanás ordenó construir cañones para atacar a sus oponentes, pero los ángeles buenos lograron vencer al mal desprendiendo montañas enteras y enterrando a sus enemigos debajo de ellas. El tercer día, Dios envió a su Hijo para dar por terminada la guerra. Montado en una carroza de fuego, persiguió a Satanás y a todos los ángeles rebeldes hasta los límites del cielo, donde cayeron al precipicio. Esta historia debe servirle a Adán como advertencia.

Los primeros días en el paraíso

Adán le pregunta a Rafael por la creación del mundo. El ángel le cuenta que el mundo fue creado en seis días. Cuando Adán intenta saber más sobre los sucesos astronómicos, Rafael pone un freno a sus ansias de saber diciéndole que no debe preocuparse por cosas que exceden a su comprensión y que hará mejor concentrándose en la vida diaria que le incumbe directamente. Adán le da la razón y le cuenta a Rafael su propia historia: su primer recuerdo es haber despertado de un sueño. En ese momento notó que podía hablar y dar nombre a los animales y a las plantas. Pronto, Dios le habló y le dijo que no podía probar los frutos del árbol de la ciencia; de hacerlo, se volvería mortal. Adán le pidió entonces a Dios una compañera, dotada de razón igual que él. Así, Dios creó a Eva, a partir de una costilla de Adán. Los dos se convirtieron en la pareja ideal y desde entonces viven en absoluta felicidad. Después de varias advertencias, el ángel Rafael se despide de Adán y se retira del paraíso.

El pecado original

Satanás regresa al paraíso y se mete en el cuerpo de una serpiente dormida. A la mañana siguiente, Eva propone a Adán separarse para hacer las tareas del jardín, de ese modo, dice, podrán cubrir un terreno más grande. Adán preferiría no dejar sola a su mujer, y le advierte sobre la cercanía del enemigo, pero el orgullo de Eva está herido e insiste en trabajar en lugares diferentes. Cuando se queda sola, Satanás se acerca bajo la forma de la serpiente y pronto logra captar su atención, a base de miradas suaves y palabras bellas. Eva está anonadada ante el hecho de que una serpiente pueda hablar. El animal afirma que logró este don tras haber probado un fruto muy especial y conduce a Eva hasta el árbol de la ciencia. Eva reconoce el árbol de inmediato y le dice que Dios le ha prohibido probar ese fruto; pero la serpiente la seduce con la promesa de adquirir fuerzas similares a las de Dios, y argumenta que la prohibición de comer del árbol solo hace que los hombres carezcan de poder. Eva se deja seducir: prueba una manzana y, luego de hacerlo, se siente alegre y poderosa.

“¿El conocimiento está / prohibido? Sospechoso, irracional. / ¿Por qué causa el Señor habría de envidiarle por ello? / ¿El saber puede ser un pecado? ¿Causa la muerte”?

Ahora piensa si debe contar a Adán lo que ha descubierto o si es mejor guardar el secreto. Finalmente, decide confesarle todo. Adán está horrorizado. Es consciente del alcance de las acciones de su mujer, pero no quiere que marche sola hacia su perdición, por lo que él también elige comer del árbol de la ciencia.

“Ella se alegró, pero de cada ojo / cayó una lágrima muda, que / secó con su cabello. Y él, / puesto que otras dos nobles gotas / se dejaron ver en las puertas de cristal, / la besó antes de caer los dos””.

El fruto tiene un efecto afrodisíaco y ambos se abandonan a los placeres sexuales hasta caer rendidos. Al despertar, todo ha cambiado. Eva está arrepentida, Adán la acusa de lo sucedido. Discuten. De pronto, se avergüenzan hasta de su desnudez.

El paraíso está perdido

Dios envía a su Hijo para que oficie de juez en el paraíso. Acusa a Adán de falta de hombría: jamás debió haber permitido que Eva ejerciera tanta influencia sobre él. Maldice a la serpiente y la condena a que la semilla de la hembra destruya su cabeza y a morder siempre los talones de la hembra. Eva –y, con ella, todas las mujeres– es condenada a parir con dolor y a subordinarse al hombre. Adán deberá ganarse el pan con el sudor de su frente. De ahora en adelante, los dos serán mortales.

“Es cierto que alguna vez pensé que la libertad y el Cielo / las almas celestiales eran una y la misma cosa / pero ahora veo que la mayoría / permanece en la sumisión por pereza””.

Entretanto, el Pecado y la Muerte, los guardianes de las puertas del infierno, quieren brindar un gran recibimiento a Satanás. Para ello, construyen una calle desde el infierno hasta la tierra, a través del caos. Embriagado por la alegría, Satanás designa a sus hijos incestuosos como sus representantes en la tierra. Por la nueva calle, regresa triunfante al infierno, pues parece ser que la condena no se cumplirá de inmediato. Sin embargo, en lugar del aplauso esperado, solo encuentra silbidos: los ángeles caídos fueron convertidos en serpientes y él mismo es transformado en un dragón. Además, Dios se venga por el engaño a los hombres colocando el árbol de la ciencia con los frutos más tentadores en el centro del infierno, pero, cuando las serpientes quieren probarlos, solo saben a cenizas.

“El Cielo está demasiado alto para que tú sepas / lo que allí sucede. Sé inteligente con humildad. / Piensa solo en lo que te atañe a ti y a tu ser, / no sueñes con otros mundos””.

Por medio de intervenciones astronómicas, Dios crea las zonas climáticas y las estaciones en la tierra: la primavera eterna se ha terminado. El paraíso también sufre otras transformaciones: las diferentes especies ya no conviven pacíficamente, sino que se cazan y devoran entre sí. Adán tiene dificultades con Dios, con Eva y consigo mismo. Eva le propone volverse célibes para evitar transmitir el pecado original a los hombres o, incluso cometer suicidio, como el método más eficaz. Adán rechaza las propuestas argumentando que de ese modo Satanás quedará sin castigo. Finalmente, acuerdan hacer frente a la situación de la mejor manera posible: mostrarse arrepentidos ante Dios, respetar sus órdenes y aceptar las dificultades que se les presenten.

El pecado heredado y la futura redención

El Hijo le pide a Dios que tenga piedad con los hombres. Dios lo acepta, pero exige que los pecadores abandonen el paraíso. A cambio, tendrán la posibilidad de obtener la vida eterna y de acceder a la salvación que el arcángel Miguel muestra en sueños a Adán. Además, le muestra a sus sucesores: al principio serán muchos pecadores, asesinos, borrachos, lujuriosos, y tendrán muertes horribles. El temor de Adán no es menor. Con estas imágenes descubre lo que es la muerte. Miguel le advierte que debe moderar lo que come y bebe, así como su avaricia. Las aparentes escenas paradisíacas resultan ser bacanales heréticas, la consecuencia suele ser una guerra terrible. Adán está horrorizado ante la posibilidad de que los hombres se ataquen entre sí de un modo tan violento. En algunas escenas aparece solo una persona oponiéndose a la masa de herejes, como Noé, que es salvado rápidamente y que funda una nueva estirpe, del mismo modo que lo hacen Abraham y Moisés.

“Y entonces te prohibió, pero su prohibición / es una recomendación aún mejor que lo bueno / que tú puedas transmitir, que yo pueda imaginar (…) Y así nos prohibió claramente el saber, / nos prohibió lo bueno: volvernos sabios. / Esas prohibiciones no son vinculantes””.

La línea finalmente llega hasta Jesús, que salvará a la humanidad tomando la responsabilidad por todos sus pecados y muriendo por ella. Será la semilla de la mujer la que triunfará definitivamente sobre Satanás. Jesús también doblegará a la muerte, levantándose de su sepulcro. Adán se tranquiliza un poco con estas profecías. Miguel toma a Adán y Eva de la mano y los lleva hasta los límites del paraíso. Les espera una vida plagada de trabajo y humildad, pero también la creación de la raza humana.

Acerca del texto

Estructura y estilo

El paraíso perdido se compone de 10.565 pentámetros yámbicos libres. En el prólogo, Milton defiende el verso homérico, atípico para la época: un esquema rimado es trivial, una limitación antes que un arte. El lenguaje de Milton está fuertemente marcado por la estructura sintáctica del latín, por lo que utiliza con gran libertad la estructura más bien rígida del inglés. Utiliza un tono elevado, propio de la epopeya, que se distancia claramente del lenguaje cotidiano. La orientación formal a Homero y Virgilio se ve no solo en la división en 12 libros, sino también en la invocación a las musas y en el comienzo, que se produce in media res, es decir, en medio de la trama, directamente en el infierno. La larga historia previa (la caída de Satanás y la creación) se narra más adelante. Milton utiliza la técnica del contraste para lograr efectos dramáticos, refuerza el sentido de sus versos con onomatopeyas, y escribe con un gran colorido. Así, por ejemplo, Adán y Eva no hacen simplemente el amor en el bosque: “Un manto de flores / fue su segundo lecho, violetas azuladas, cardillos dorados, jacintos y asfódelos / El regazo más fresco y suave de la Tierra”.

Enfoques interpretativos

  • La epopeya de Milton vive de la tensión entre el orden divino y el libre albedrío con el que Dios ha dotado a los hombres. Son libres de enfrentarse a sus reglas, pero deben aceptar las consecuencias de sus decisiones. Satanás es el primero que se rebela porque no se da por satisfecho con el rango que le ha sido asignado en el cielo. Considera que su existencia en el cielo es una forma de servidumbre.
  • Algunos escritores románticos, en especial, William Blake y Percy Bysshe Shelley, vieron a Satanás como un rebelde y, por ello, lo consideraron el verdadero héroe de la epopeya. Es una interpretación muy osada: si bien es cierto que Milton eleva al Señor de la Oscuridad al poner en su boca exhortaciones furiosas, al final lo hace morder el polvo como a un gusano desgraciado.
  • Eva muestra elementos emancipatorios: cuando toma la fruta prohibida –una acción que justifica adecuadamente– no solo prueba su debilidad, sino también sus fuertes ansias de independencia: ella, siempre en segundo lugar, quiere parecerse a Dios a través del conocimiento. Adán, por el contrario, está satisfecho con su ignorancia y su sumisión.
  • Milton utiliza el pecado original como metáfora del eterno dilema de los hombres: la felicidad y el conocimiento van de la mano. La contradicción en la búsqueda simultánea del sosiego y el conocimiento persiste hasta nuestros días: así, el análisis científico del mundo ha llevado al desencanto.
  • El hecho de que Adán siga ciegamente a su mujer a la perdición muestra la imponente fuerza de Eros: en el momento fatal, supera incluso a su fidelidad y amor a Dios.
  • Guiar la pulsión sexual por el buen camino y reconciliarla con el orden cristiano sigue siendo uno de los principales objetivos de la Iglesia.
  • El Dios de Milton no parece ser demasiado soberano de la situación: siente compasión por los hombres e incluso deja vivir a Satanás, pero al mismo tiempo quiere imponer justicia: quien abusa del don del libre albedrío, deberá pagar. El plan de salvación, con el que vincula ambas cuestiones, se produce solo por consejo de su hijo.

Antecedentes históricos

La monarquía inglesa en crisis

El rey Jacobo I, que reinó en Inglaterra entre 1603 y 1625, creía en un reino otorgado por Dios. La intervención del Parlamento, cada vez más independiente, le molestaba. En respuesta a la oposición cada vez más abierta a su política, Jacobo amplió sus derechos y mandó encarcelar a los políticos que no eran de su agrado. Ante esta presión, muchos puritanos emigraron a las colonias británicas en Norteamérica. La lucha entre la corona y el Parlamento se agudizó durante el gobierno de su hijo Carlos I. En 1629, Carlos disolvió el Parlamento, pero en 1640 debió convocarlo nuevamente para lograr el acceso a recursos económicos. En 1642 se produjo una guerra civil entre la clase media puritana que defendía el Parlamento, y la nobleza anglicana y católica, partidaria del rey. Oliver Cromwell logró imponerse finalmente con el ejército parlamentario. En 1649, el rey fue condenado a muerte, se eliminó la monarquía y se proclamó el Commonwealth. Pero Oliver Cromwell, en su calidad de Lord Protector, también gobernó casi sin tener en cuenta al Parlamento. Tras su muerte y, en vista de que su hijo no era apto para sucederlo, en 1660 el hijo del rey muerto, Carlos II, fue traído de regreso de su exilio para concederle el trono. Comenzó la etapa de la restauración, en la que las libertades religiosas y civiles volvieron a verse restringidas. De este modo se redujo la influencia del puritanismo en Inglaterra, caracterizada en especial por la fidelidad a la Biblia y la prohibición de los íconos religiosos.

Origen

Ya en 1640, Milton había planeado hacer del pecado original de Adán y Eva un tema literario; sin embargo, al principio había pensado en una pieza teatral de la que escribió varios borradores. Además, hacía mucho tiempo que quería escribir una gran epopeya con un tema de la historia inglesa. Pasaron muchos años hasta que tomó la decisión de unir ambas ideas.  Para 1658, cuando empezó a trabajar en la epopeya del pecado original ya había perdido la vista y dictaba sus versos a sus hijas y ayudantes. El progreso era lento: la poesía de Milton no fluía en el papel, por el contrario, avanzaba en tramos de 10 a 30 versos. En 1665 logró concluir su obra. Con el tema bíblico no buscaba competir con el Génesis, ni intentaba escribir como un teólogo. Buscó seguir la línea de las grandes epopeyas de la tradición clásica para actualizarla con un tema cristiano. En particular, se nota la influencia de la Eneida de Virgilio, pero también se inspiró en las epopeyas y dramas contemporáneos de temas similares, entre ellos, Adamus exul de Hugo Grotius, a quien Milton visitó en 1638 en París, y Lucifer, de Joost van den Vondel. La primera edición de Milton constó de 10 libros y se publicó en 1667. La segunda versión, que sería la definitiva, apareció en 1674. Milton agregó otros dos libros al texto (en forma análoga a la Eneida) e incorporó un prólogo.

Influencia

El efecto de El paraíso perdido sobre la literatura inglesa e internacional no puede sobreestimarse. La obra convirtió a John Milton en el escritor inglés más admirado después de Shakespeare. Generaciones de escritores usaron la epopeya del “Homero inglés” como modelo, en especial los autores ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX. En su poema político Absalón y Aquitofel, John Dryden, quien transformó los 10 mil versos de Milton en una pieza teatral de cinco actos, transfirió los roles de Dios, Satanás y Adán a los actores de la Guerra Civil inglesa. Alexander Pope escribió una entretenida versión del mito del pecado original de Milton en El rizo robado, y su poema La selva de Windsor se basa en el mito del edén. En The Petition for an Absolute Retreat, Anne Finch, condesa de Winchilsea, continuó la perspectiva de Eva: la vio disfrutando de los frutos de la soledad en el paraíso recuperado, sin Adán ni pasiones destructivas. Los románticos tenían su propia lectura de la obra de Milton: en el poema titulado Milton, William Blake honra y critica al autor al mismo tiempo. Y, en El matrimonio del cielo y el infierno, Blake presenta la provocativa hipótesis de que inconscientemente, Milton tomó partido por el mal: los pasajes sobre Satanás y el infierno son los más fuertes. Todos los románticos estaban bajo el influjo de Milton y, en parte, sufrían por su estatus de súper-padre. Claro está, también tenía opositores vehementes. Algunos contemporáneos particularmente puritanos reprochaban a Milton la ausencia de reglas y el carácter lúdico del texto. Los críticos antipuritanos, por su parte, criticaban lo contrario: la extrema rigidez y el efecto mecánico.

Sobre el autor

John Milton nació el 9 de diciembre de 1608 en Londres, en el seno de una familia puritana. Ya desde niño dio cuenta de su enorme sed de saber. Entre 1625 y 1629 estudió literatura en Cambridge. Más tarde, con el apoyo de su padre, se dedicó a estudiar por su cuenta los clásicos latinos y griegos. Escribía poemas, incluso en latín y en italiano, muchas veces con contenidos religiosos. En 1638 realizó un viaje de 15 meses por Italia. A su regreso pasó casi 20 años sin escribir poemas. A cambio, se dedicó a escribir textos revolucionarios en apoyo al puritanismo y al Parlamento, en contra de la monarquía y de la Iglesia católica.Durante ese tiempo, se ganó la vida como docente particular y contrajo matrimonio a los 35 años con una muchacha 18 años menor que él. Seis semanas más tardes la abandonó y regresó a la casa paterna. Fuertemente afectado, Milton trató de justificar un divorcio por incompatibilidad de caracteres en un texto que publicó de manera anónima. Tres años más tarde, volvió con su mujer y tuvieron tres hijas. Luego de la ejecución de Carlos I, en 1649, Milton asumió el cargo de Secretario de Asuntos Exteriores para el Consejo de Estado creado por Cromwell. En el marco de la Restauración de 1660 se vio obligado a ocultarse y pasó un tiempo en prisión. En 1666, su casa fue destruida por el incendio de Londres. Afectado, Milton se volcó a Dios y se dedicó a completar sus grandes obras: El paraíso perdido (1667) y El paraíso recuperado (1671). En 1651, quedó completamente ciego, por lo que, de allí en adelante, dependió de sus ayudantes, quienes estaban a cargo de tomar sus dictados y de leerle en voz alta. Milton culpaba el daño de sus ojos a su pasión incansable por la lectura y la escritura desde la niñez. Empobrecido, vendió los derechos de El paraíso perdido por 10 libras. El 8 de noviembre de 1674 murió en Londres como consecuencia de una falla renal. Medio siglo más tarde, se le erigió un monumento conmemorativo en la abadía de Westminster.


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