Immanuel Kant
Crítica de la razón pura
1790
¿De qué se trata?
Un hito en la historia del pensamiento: La Crítica de la razón pura es la base revolucionaria de la filosofía moderna.
- Filosofía
- Ilustración
De qué se trata
La revolución copernicana del pensamiento
Con su Crítica de la razón pura, Immanuel Kant desató una verdadera revolución. El libro dio origen a la filosofía trascendental y provocó un impacto en sus contemporáneos. El filósofo de Königsberg analiza las bases de nuestra capacidad de pensar y llega a la conclusión de que es limitada. A diferencia de muchos filósofos anteriores a él, con su tratado explica que la razón humana no puede responder preguntas como la de la existencia de Dios o del alma o el origen del mundo. Kant presupone el constructivismo moderno cuando afirma que el ser humano solo dispone de posibilidades limitadas (como si fueran unas gafas) para percibir la realidad. Kant quería reconciliar el empirismo con el racionalismo a través de su filosofía, pero sus asombrados lectores y sus numerosos oyentes en la universidad se quedaron con la deprimente conclusión de que nunca podrían conocer el mundo “verdadero”. Un lector sin formación filosófica difícilmente tiene la posibilidad de entender a Kant. Y, sin embargo, el intento vale la pena: sin Kant es imposible concebir a filósofos como Hegel, Fichte y Nietzsche o la literatura y las teorías estéticas de los clásicos alemanes.
Ideas fundamentales
- La crítica de la razón pura es la obra principal de Immanuel Kant. Trabajó en ella alrededor de diez años, hasta que finalmente la publicó en 1781.
- Al principio, el libro no generó impacto, por lo que en 1787 Kant editó una versión compacta y otra ampliada.
- La obra trata de establecer las bases para la capacidad humana de adquirir conocimiento: ¿Qué podemos y qué no podemos saber? Para poder aprender algo del mundo, necesitamos tanto de los sentidos como de la razón.
- Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para poder reconocer algo.
- El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
- El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las cosas en sí mismas son como las percibimos.
- Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido como el Copérnico de la filosofía.
- La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
- A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo con la ayuda de la razón.
- La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).
Resumen
En el campo de batalla de la metafísica
Los seres humanos piensan; eso los diferencia de los animales. Sin embargo, el entendimiento y la razón también traen aparejados grandes problemas: las personas se topan con preguntas que no pueden responder, y cuestionamientos que resultan indispensables (como la interrogante sobre el origen del universo o la existencia de Dios), cuya respuesta les está vedada. Estas son las preguntas que investiga la metafísica, las preguntas acerca de lo que se esconde detrás de los objetos físicos. Todo lo que existe en el mundo es físico. Todo lo que está más allá de él (por ejemplo, el sentido de la vida) pertenece al área de la metafísica (meta = más allá). Esto incluye una pregunta crucial: ¿qué somos capaces de conocer? Los racionalistas acatan el dictamen de la razón, y los empiristas deben experimentar todo antes de considerarlo como verdadero. La Crítica de la razón pura busca reconciliar a estos dos enemigos en el campo de batalla de la metafísica. Su objeto es la prueba (crítica) de las posibilidades de adquirir conocimiento sin basarnos en las experiencias (lo que lo hace puro).
La revolución copernicana
Cuando se trata de conocimiento, nos encontramos frente a un problema básico: los investigadores y el objeto de estudio se encuentran en una determinada relación, pero ¿cuál es esa relación? Antes se creía que la comprensión humana se regía por los objetos que estudia. En otras palabras, la comprensión absorbe todo lo que se puede descubrir. Necesariamente, el hombre debe darse por vencido cuando se topa con fenómenos que no puede procesar a través de la comprensión.
“(...) me atrevo a decir que no debería haber una sola tarea metafísica que no se pudiera resolver aquí o que al menos no pudiera proporcionar la llave para su resolución””.
Una teoría del conocimiento de este tipo lleva entonces a la equivocación, del mismo modo en que las personas en tiempos de Copérnico se equivocaron al pensar que las estrellas giraban alrededor del Sol. Se trataba de una afirmación basada en la observación, pero que se contradecía con los cálculos del astrónomo Copérnico, quien cambió completamente el modo de ver las cosas: el Sol no gira alrededor de la Tierra; la Tierra gira alrededor del Sol. Este giro copernicano, esta revolución del pensamiento, también se produjo en la metafísica: no es la comprensión lo que gira alrededor de las cosas, sino que las cosas giran alrededor de nuestra comprensión. La comprensión es la medida de todo el conocimiento. Por lo tanto, solo comprendemos las cosas que nuestra comprensión puede entender, y solo podemos captarlas del modo en que podemos entenderlas. Esto significa que podemos explicarnos lo inexplicable del mundo por medio de construcciones auxiliares. Si miramos a través de unos binoculares, podemos describir un planeta determinado como objeto en el universo, un planeta rojo o Marte, dependiendo de nuestra educación y conocimiento previo, es decir, dependiendo de nuestra experiencia. El objeto en sí mismo no se modifica por el nombre o los conceptos que usamos para referirnos a él, pero, gracias a ello, podemos llegar a conocerlo.
Juicios analíticos y sintéticos
El punto de partida de nuestro conocimiento son nuestros sentidos. Todo lo que experimentamos o lo que perciben nuestros sentidos es lo que definimos como empírico. Sin embargo, también hay un conocimiento que no surge de la experiencia. Este conocimiento es un conocimiento a priori (en latín, anterior), a diferencia del conocimiento condicionado por la experiencia, que es un conocimiento a posteriori (en latín, posterior). El conocimiento a priori debe ser al mismo tiempo obligatorio y universal. La afirmación “el zaino es un caballo negro” cumple con estas condiciones. Esta oración es, al mismo tiempo, un ejemplo de juicio analítico. El término “analítico” caracteriza juicios en los que el sujeto y el predicado (también: sustantivo y adjetivo descriptivo) coinciden y, necesariamente, se completan (zaino = caballo negro). Lo contrario sucede con los juicios sintéticos: aquí, se agrega información proveniente de la experiencia. En la oración “Mi vecino es un avaro”, de la palabra vecino no se desprende que sea avaro. Solo la experiencia del hablante le permite hacer este juicio (sintético).
¿Cuáles son las condiciones para que se produzca el conocimiento?
Evidentemente, con los juicios analíticos, el hombre gira todo el tiempo sobre su propio eje. Solo los juicios sintéticos le aportan nuevo conocimiento. La pregunta central es: ¿existen juicios sintéticos a priori? La respuesta es un sí definitivo, en la medida en que hablemos de las disciplinas científicas clásicas. En la física, la geometría o las matemáticas, es sencillo probar esta idea. La frase matemática 7+5=12 es universal y obligatoria (es decir, a priori), pero al mismo tiempo, sintética, porque la cifra 12 también se puede componer de otras cifras. ¿Existen estos juicios sintéticos a priori en la metafísica? Si lo hacen, su cientificidad estaría probada. Y ese es, en definitiva, el tema de la Crítica de la razón pura: establecer cuál es la base de todo conocimiento. Se trata de una filosofía trascendental (del latín transcendere, atravesar), que analiza la cuestión sobre las condiciones para que se produzca nuestro conocimiento.
Estética trascendental: la percepción sensorial
Los elementos de la estética trascendental (estética no es aquí la teoría de la belleza, sino que se utiliza en su sentido original, del griego aisthesis, percepción), es decir, de la investigación de los alcances de la percepción, siempre son la razón y la percepción sensorial. Una no tiene sentido sin la otra:
- Los conceptos provenientes puramente de la razón, que no pueden llenarse con contenido, están vacíos. La razón necesita de los sentidos para formarse una imagen de la cosa. Por ejemplo: la palabra francesa chien es un término que no significa nada para quien no conoce el idioma. Quien sí lo conoce, lo vinculará con la imagen de un perro.
- Las imágenes carentes de conceptos son ciegas. Por ejemplo: quien toma un aparato que no conoce en sus manos y cuya función y finalidad le son desconocidas, solamente tendrá ante sí una cosa. Le falta el concepto asociado con esta imagen ciega.
“La razón humana tiene el particular destino en un tipo de conocimiento: le incomodan las preguntas que no puede rechazar, pues ellas le están dadas por la naturaleza de la razón misma, pero no puede responderlas, pues sobrepasan todo alcance de la razón humana””.
Existen dos imágenes sensoriales que pueden ser pensadas “puramente”, es decir, a priori, y que influyen en nuestra percepción cuando no hay experiencia alguna:
- El espacio – La idea del espacio es necesaria. No puede ser dejada de lado. Podemos imaginarnos en una habitación de una casa y eliminar poco a poco los elementos espaciales que la componen, pero, al final, debe quedar un espacio con alguna forma.
- El tiempo – Aquí rige lo mismo que para el espacio. Es posible imaginar que determinadas acciones tienen lugar en distintos momentos, pero no podemos eliminar el tiempo de nuestros pensamientos. Toda acción está vinculada con alguna concepción de tiempo.
“El campo de batalla de estas luchas interminables se llama ahora metafísica””.
Por cierto, el tiempo y el espacio no son construcciones auxiliares de nuestro pensamiento (pues serían conceptos), sino que son imágenes, tienen un efecto sensorial en nosotros.
La lógica transcendental: las categorías
La estética trascendental es a la percepción lo que la lógica trascendental es al pensamiento. Esta se pregunta por las leyes o principios del pensamiento que tienen validez a priori. No pueden depender de la experiencia ni de las impresiones sensoriales; deben ser elementales –es decir, no pueden ser compuestas– y deben poder comprenderse de manera integral. Cada vez que usamos nuestra comprensión, hacemos un juicio sobre el mundo. Para ello, hacemos uso de diferentes formas de juicio, denominadas categorías. Existen los siguientes grupos de categorías:
- Cantidad: unidad, multiplicidad, totalidad
- Cualidad: realidad, negación, limitación
- Relación: inherencia y subsistencia, causalidad y dependencia, comunidad
- Modalidad: posibilidad/imposibilidad, existencias/inexistencia, obligatoriedad/casualidad
Deducción trascendental
¿Son estas categorías adecuadas? ¿Cómo se explica que las categorías, que son conceptos puros de la comprensión, puedan aplicarse a objetos concretos? De eso se trata la deducción trascendental. Aquí es donde aparece el giro copernicano en el pensamiento, en especial, si tenemos en cuenta el significado del principio de la causalidad.
“Pero, aunque todo nuestro conocimiento se eleve por la experiencia, esto no significa que surja de la experiencia””.
La oración: “El helado se derrite porque brilla el sol” contiene la categoría de la causalidad. Las dos situaciones (el brillo del sol y el helado derritiéndose) pueden percibirse a través de los sentidos, pero la causalidad (el “porque”) no es una impresión sensorial, sino un elemento de la comprensión. La comprensión opera como un sello que imprime las categorías en las percepciones para ordenarlas. Hace hago notable: vincula la objetividad (el derretimiento del helado, el brillo del sol) con la subjetividad (“porque”). Por eso, es posible afirmar que los objetos dependen del modo en que los percibimos.
“La filosofía necesita de una ciencia que determine a priori las posibilidades, los principios y el alcance de todo conocimiento””.
El esquema trascendental funciona como el elemento que vincula la percepción y el pensamiento: esto es una capacidad que nos permite ordenar una multiplicidad de posibilidades de conocimiento según un modelo predefinido. Por ejemplo, todos poseemos un esquema que nos permite reconocer a un perro. Pero el esquema es mucho más general que la imagen de un perro en particular y ayuda a la comprensión a utilizar la categoría correcta para cada percepción sensorial.
Los límites de la comprensión y los refugios de la razón
Todo lo que está fuera del reino de la comprensión y de las percepciones sensoriales nos está vedado. La percepción sensorial es el fenómeno (lo visible), todo lo demás es el noúmeno (lo pensado). El noúmeno alberga la cosa en sí misma que no podemos entender con nuestra comprensión. Aquí es donde entra en juego la razón, que está superordinada a la comprensión. La razón puede acceder al reino de las ideas, es decir, a todas las concepciones obligatorias que no están subordinadas a las condiciones del mundo sensorial. Estas ideas son necesarias desde el punto de vista de la razón. Estas ideas son necesarias desde el punto de vista de la razón, del mismo modo que lo es el horizonte: es necesario (porque algo debe ser el final de nuestra mirada), pero nunca podemos alcanzarlo. No podemos conocer las ideas (con la comprensión), pero podemos pensarlas (con la razón). Hay tres ideas trascendentales centrales que podemos pensar, pero no demostrar:
- Inmortalidad –Es una idea que el hombre opone a las condiciones terrenales a las que está sujeto.
- Libertad – Si el mundo se rige por determinadas leyes naturales que siguen estrictamente la regla de causa y efecto, también es posible pensar una libertad de acción, superarla.
- Dios – Este es el ideal trascendental que cierra todo el conocimiento humano.
Dialéctica trascendental
La razón puede pensar las ideas; sin embargo, resultan contradictorias. Las afirmaciones sobre el hombre, el mundo y Dios son antonimias: contradicciones aparentes que son necesarias. Por ejemplo, la idea de la libertad incluye tanto la posibilidad de las cadenas de causalidad (un hecho sigue a otro, por ejemplo: “salvé a un niño de la corriente de un río porque su madre me paga para hacerlo”), como la posibilidad del libre albedrío. Si todo depende de todo, no puede haber un principio en la cadena de causalidad, pues el inicio tendría que haber sido voluntario, sin causalidad (es decir: “Ayudo al niño porque creo que es lo humanamente/moralmente/éticamente correcto”). Por eso, no existe la libertad de comenzar de nuevo. Las oposiciones de las ideas confunden nuestra razón: tiene la necesidad de encontrar una posibilidad absoluta y definitiva y fracasa por ello. Así, por ejemplo, la existencia de Dios es tan posible como imposible: no podemos probar su existencia con los medios al alcance de los seres humanos, pero tampoco podemos probar su inexistencia.
Acerca del texto
Estructura y estilo
La Crítica de la razón pura tiene una estructura clara, aunque el solo mirar el índice puede hacer tambalear a quien no conoce la terminología de Kant: los diferentes capítulos parecen ser similares y el uso de algunos términos carece de homogeneidad. A grandes rasgos, el libro está dividido en una teoría elemental y una teoría del método. La teoría elemental, la parte principal de la obra, está compuesta por la estética trascendental, que analiza las características esenciales de la percepción puramente sensorial, como el tiempo y el espacio, y de la lógica trascendental, que hace lo mismo en relación con el pensamiento. Esta última está dividida en la analítica trascendental, que se ocupa de los diferentes componentes de la comprensión (las categorías), y la dialéctica trascendental, dedicada a las áreas que la comprensión no puede alcanzar, pero sí la razón. Aquí, lo que importan son las cuestiones fundamentales de la metafísica, el hombre, el mundo y Dios. El estilo de Kant era complicado incluso para sus contemporáneos. Eso no ha cambiado. El libro puede resultar confuso y el lector quizá se pregunte con frecuencia: cuál es el objetivo de Kant. Solo quien tiene esta pregunta constantemente en mente puede seguir el hilo.
Enfoques interpretativos
- La palabra “crítica” en el título no significa criticar, en el sentido de evidenciar los errores, sino alumbrar, verificar, pensar. Así, Kant es el creador del criticismo en la filosofía.
- La obra de Kant se publicó en un momento en el que varias teorías del conocimiento luchaban en la arena de la metafísica. Las principales corrientes eran el racionalismo y el empirismo.
- El racionalismo desprende todo el conocimiento de la comprensión. Las experiencias no desempeñan ningún papel y pueden confundirnos; por ello, solo el sujeto pensante es responsable de sacar conclusiones y llegar a soluciones. Kant critica esta perspectiva, ya que cree que existen condiciones para el conocimiento que dependen de la experiencia.
- El empirismo considera que la experiencia es la única fuente del conocimiento. No es posible conocer nada que no haya pasado antes por los sentidos. Kant coincide solo parcialmente con esta teoría del conocimiento (hay un mundo perceptible a través de los sentidos), pero afirma que también es posible contar con un conocimiento a priori, es decir, sin la ayuda de la experiencia.
- El gran logro de Kant radica, sobre todo, en descubrir que hay un área (la “cosa en sí misma”) que el hombre jamás podrá comprender debido a su insuficiente capacidad de conocer. Esta es una conclusión brutal que nadie antes expresó con tanta claridad. Lo que vemos no es la verdadera realidad, sino una mezcla de impresiones sensoriales y su procesamiento en nuestra mente. El conocimiento lo construye el pensamiento.
- Kant es uno de los grandes críticos de la metafísica, es decir, de la subdisciplina de la filosofía que se ocupa del origen, la causa y el objetivo del ser. Uno de los principales temas de la Crítica de la razón pura es determinar si la metafísica es posible.
Antecedentes históricos
La Ilustración
Durante siglos, durante la Edad Media, las personas se basaban en la tradición (textos, leyendas, autoridades) para decidir si algo era correcto o incorrecto. Lo que valía, la autoridad del pasado, era una mezcla de textos bíblicos y textos del filósofo griego Aristóteles. Esta mezcla se conocía con el nombre de escolástica. Lo que no respondía a la tradición escolástica era sospechoso o, simplemente, inválido. El Humanismo y el Renacimiento (siglos XIV a XVI) debilitaron la escolástica antes de que la Ilustración la destruyera por completo.
Immanuel Kant fue uno de los representantes principales de la Ilustración y proporcionó su definición más famosa: “La Ilustración es la puerta de salida del hombre de la minoría de edad que se ha provocado a sí mismo. La minoría de edad es la incapacidad de usar el propio entendimiento sin la ayuda de otro”. Esto es lo que escribió Kant en 1784, en su texto programático ¿Qué es la Ilustración? Para ese entonces, el movimiento ya se había expandido por grandes partes de Europa. Filósofos como René Descartes, estadistas como Thomas Hobbes y científicos como Isaac Newton sentaron las bases para una postura que destacaba la razón humana y dejaba de lado las teorías del conocimiento místicas y religiosas del pasado. La ciencia, la observación de la naturaleza y los experimentos eran los nuevos métodos con los que se comprendía el mundo.
Se creía que con la Ilustración sería posible descifrar completamente la realidad. Se hicieron descubrimientos –en la astronomía, las leyes de los planetas; en la física, la gravedad, la mecánica; en la náutica, el descubrimiento de nuevas tierras– y realmente parecía que, poco a poco, sería posible descubrir los misterios del mundo. Kant le puso un freno a este optimismo. Según él, el conocimiento siempre estaría influenciado por nuestra estructura de pensamiento. Y porque sin la estructura del pensamiento no podemos percibir ni juzgar nada, nunca podremos acercarnos a la verdadera realidad. Nuestro pensamiento no reproduce la realidad, la crea (construye).
Origen
Kant escribió en unos pocos meses el primer texto de su obra crítica (que incluye también la Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio). Kant, que escribió su tesis doctoral y su tesis de habilitación el mismo año, se había tomado diez años para pensar sus ideas íntegramente. En 1770 obtuvo un puesto como profesor a cargo de la cátedra de Metafísica y Lógica en la universidad de Königsberg, que había esperado durante mucho tiempo. En mayo de 1781, publicó finalmente la Crítica de la razón pura. Pero la reacción del público fue decepcionante: el libro fue considerado muy complicado y fue descartado por incomprensible. Dos años más tarde, Kant volvió a intentarlo con una versión simplificada y abreviada. Pero este prolegómeno (una especie de resumen de su obra) cosechó el mismo desconcierto. Incluso, debido a los recortes, la obra resultó aun más incomprensible que el original. Por eso, en 1787, Kant editó una segunda versión completa revisada. Todavía no estaba impresa, pero la reacción cambió entre los lectores: finalmente comprendieron y Kant se convirtió en una estrella de la filosofía. El círculo de Weimar, liderado por Johann Gottfried Herder y Johann Wolfgang von Goethe, se interesó ávidamente por su filosofía. Herder incluso asistió a las clases de Kant.
Influencia
Kant es uno de los principales filósofos de todos los tiempos. Su influencia no solo se extiende en los círculos filosóficos: muchos escritores y artistas de su tiempo se ocuparon de su obra. Friedrich Schiller estudió especialmente las explicaciones de Kant sobre la estética, y sobre estos fundamentos construyó su propia teoría estética. La filosofía crítica de Kant ejerció su mayor influencia en los representantes del Idealismo alemán: Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Schelling intentaron llenar los vacíos de la filosofía kantiana, en especial, trataron de delimitar aún más sus nociones de la cosa en sí misma, lo necesario y lo absoluto. Arthur Schopenhauer escribió: “El estilo de Kant tiene la impronta de un espíritu superior, particular y firme, con una capacidad intelectual excepcional”. Según Schopenhauer, Kant tiene una “parquedad brillante, que le permite definir los conceptos con gran seguridad y jugar con ellos con una libertad que despierta el asombro del lector”. Entre 1860 y 1945, se formaron dos escuelas neokantianas que exigían con vehemencia: “¡Hay que volver a Kant!”
Sobre el autor
Immanuel Kant nació el 22 de abril de 1724 en Königsberg (hoy Kaliningrado) y creció en el seno de una familia de escasos recursos. Su educación se vio muy influenciada por las profundas convicciones religiosas de sus padres. Luego de asistir al colegio secundario en una escuela pietista, Kant estudió, entre otras cosas, matemáticas, ciencias naturales, teología y filosofía. Tras la muerte de su padre en 1746, y para poder alimentar a sus hermanos, abandonó la universidad y se convirtió en docente particular para familias adineradas de los alrededores de Königsberg. Gracias a sus contactos con la nobleza, aprendió los modales de la alta sociedad. Al regresar a la universidad, obtuvo un doctorado y recibió su habilitación con publicaciones en el área de la astronomía y la filosofía. Sus clases en la universidad gozaban de gran éxito. A pesar de ello, en 1758 se postuló infructuosamente para cubrir una vacante en lógica y metafísica en Königsberg. Al mismo tiempo, rechazo ofertas de puestos en Jena y Erlangen debido a su estrecho vínculo con su ciudad natal. En 1770 se abrió una plaza en su área de interés, por lo que recibió un puesto de profesor en la universidad de Königsberg y, por un tiempo, también fue rector de la institución. Durante sus casi 30 años de trabajo en la universidad, Kant llevó una vida estrictamente regulada. Su rutina estaba planeada con extrema precisión, tanta, que se dice que los habitantes de Königsberg podían ajustar sus relojes a partir del programa diario de Kant. En 1781 publicó la Crítica de la razón pura, la primera de sus tres críticas. Puesto que sus tesis se toparon con la incomprensión y el desdén, en 1787 publicó una segunda edición modificada. En 1788 le siguió la Crítica de la razón práctica y, en 1790, la Crítica del juicio. Mientras tanto, las ideas de Kant lograron imponerse: en su vida se publicaron más de 200 textos sobre su obra y hasta los ciudadanos comunes discutían sus ideas en la peluquería. Kant murió el 12 de febrero de 1804, en Königsberg. Al parecer, sus últimas palabras fueron: “Está bien”.
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