Sófocles
Edipo rey
1430
¿De qué se trata?
La tragedia maestra de Sófocles sobre el intento inútil de escapar del propio destino.
- Tragedia
- Antigua Grecia
De qué se trata
El destino inevitable
El destino de Edipo, presentado de manera tan drástica por Sófocles, ha conmovido a los lectores y espectadores teatrales durante siglos, ya que toca las cuestiones fundamentales de la humanidad. Edipo es abandonado de niño por sus padres porque quieren escaparse del cumplimiento de un mal oráculo. Ignorante de su origen, el niño sobrevive y crece como el heredero de una casa real vecina y pronto recibe la misma profecía divina. Precisamente su desesperado intento de huir de esta maldición hace que Edipo, sin sospechar nada, se convierta en el asesino de su padre y el esposo de su madre. Gracias a sus facultades sobresalientes, al final tiene que descubrirse a sí mismo. En la obra Sófocles no solo hace que la voluntad de los dioses triunfe sobre la intervención humana, sino que también evidencia los límites de la cognición humana: incluso el más brillante entre los hombres solo al final se dará cuenta de su propio papel central en el desarrollo de esta tragedia. La cuestión de hasta qué punto nuestro libre albedrío nos permite actuar libremente frente a los acontecimientos fatales conmueve también al hombre moderno. Muchos de los temas que se abordan en Edipo rey siguen siendo actuales hoy día, o mejor dicho, son eternos.
Ideas fundamentales
- Edipo rey es uno de los dramas más importantes de la historia cultural occidental y es considerado la obra principal de Sófocles.
- Aristóteles describió esta obra como el ejemplo ideal de tragedia.
- La obra se basa en el mito de Edipo, a quien le profetizaron que mataría a su padre y tendría hijos con su madre.
- Al inicio de la tragedia, la ciudad de Tebas, de la que Edipo es rey, se encuentra agobiada por una maldición divina.
- Como condición para levantar la maldición, el oráculo de Delfos exige la condenación del asesino de Layo, el rey anterior.
- Edipo, sucesor de Layo y esposo de su viuda Yocasta, inicia de inmediato una extensa investigación para dar con el asesino.
- Edipo piensa que es hijo de la pareja real de Corinto.
- Cuando surgen dudas sobre su origen, varias personas tratan de impedir que Edipo siga buscando a sus verdaderos antepasados.
- Pero Edipo insiste implacablemente en el esclarecimiento de la verdad. Finalmente, se entera de que es hijo de Layo, a quien mató en una pelea sin conocerlo.
- Yocasta no soporta la vergüenza de ser al mismo tiempo la madre y la esposa de Edipo y se ahorca.
- Edipo se saca él mismo los ojos porque ya no puede ver su vergüenza y su presunta culpa ante la verdad revelada.
- Esta tragedia de Sófocles ha conmovido durante siglos el corazón de las personas y se sigue representando regularmente hasta la fecha.
Resumen
La maldición sobre Tebas
El rey Edipo sale de su palacio en Tebas y se encuentra con una muchedumbre encabezada por un sacerdote que le pide que remedie la plaga que pesa sobre Tebas como maldición divina, ya que, desde que Edipo liberó a la ciudad de un monstruo, la Esfinge, tiene la fama de ser el mejor y más brillante de los hombres y que por ello, además, es evidente que disfruta de la ayuda de los dioses. Edipo replica que ya ha enviado a su cuñado Creonte al oráculo de Delfos para que averigüe cómo puede eliminar la maldición. Poco después se presenta Creonte, quien recuenta que en Delfos recibió la respuesta del dios Apolo a su clamor: la maldición que asola a Tebas y a su pueblo se levantará tan pronto como el asesino de Layo, que todavía se encuentra en el país, sea localizado y haya sido ejecutado o desterrado de Tebas. Layo fue el predecesor de Edipo en el trono real.
Cómo llegó Edipo a Tebas
El niño Edipo se crio como el heredero del trono del reino de Corinto. Un día, un corintio borracho le dijo que probablemente no era el hijo biológico del rey Pólibo. En vista de que este y su esposa Mérope le testimoniaron su gran amor, pero al mismo tiempo solo dieron respuestas evasivas a las preguntas sobre su origen, Edipo viajó en secreto al oráculo de Delfos en busca de la verdad acerca de su nacimiento y ascendencia. Pero en lugar de responder a la pregunta sobre su origen, el oráculo le profetizó cosas terribles: será culpable de parricidio y de incesto con su madre. Horrorizado, decidió no regresar más a Corinto para evitar así el cumplimiento de la profecía del oráculo y, en cambio, viajó en dirección a Tebas. En el camino hacia allá, en una disputa sobre el derecho de paso, mató a un viajero rico desconocido y a su acompañante. Solo un sirviente pudo escapar de él.
“¡Oh hijos, descendencia joven del antiguo Cadmo! / ¿Por qué estáis aquí sentados en esta plaza / en actitud suplicante adornados con ramas? / La ciudad está llena de incienso, a la vez que de cantos de súplica y gemidos. / Hijos, puesto que no considero justo enterarme de esto / por mensajeros, o por otros, he venido en persona, yo, / el llamado Edipo, famoso entre todos””.
Cuando Edipo llegó a Tebas, resolvió el acertijo que planteó la Esfinge y liberó a la ciudad del terrorismo de esta bestia. En agradecimiento por la liberación, los tebanos convirtieron a Edipo en el heredero del trono del rey Layo, que había sido asesinado recientemente. Edipo tomó como esposa a su viuda Yocasta. Con el correr de los años, procreó cuatro hijos con ella. Ahora, de repente, la ciudad parece estar bajo una maldición.
Pesquisa para descubrir al asesino
Puesto que, según el oráculo, solo el castigo del asesino de Layo puede anular la maldición, Edipo empieza de inmediato la investigación correspondiente. El único sobreviviente del conflicto en el que Layo encontró la muerte informó, en aquel entonces, que habían sido atacados por una banda de ladrones numéricamente superior. Pero Creonte no había podido seguir el asunto debido a las dificultades causadas por la Esfinge. Edipo se dirige al coro –que representa a los más ancianos de los tebanos– y les pide su ayuda para aclarar el regicidio. El coro implora ayuda a los dioses para la condenación del perpetrador. Edipo le promete al asesino que, si se entrega, lo dejará vivir y solo lo enviará al exilio, mientras que amenaza con castigar a quien aloje al asesino o mantenga trato con él, y maldice al propio asesino si no se entrega. Se compromete a hacer todo lo que esté a su alcance para que la investigación tenga éxito.
“¡Ea, oh el mejor de los mortales! ¡Endereza la ciudad! / ¡Ea! Ayuda y protégete, porque esta tierra ahora / te elogia como su salvador por lo que lograste antaño””.
El corifeo propone que consulten al vidente ciego Tiresias, ya que él conoce la voluntad de los dioses. Edipo contesta que, por consejo de Creonte, ya había mandado llamar al vidente. Pero cuando este llega, al principio se niega a revelar sus conocimientos. Insinúa que así sería mejor para Edipo. Solo cuando Edipo lo acusa de complicidad en el asesinato de Layo, Tiresias rompe su silencio: revela que nadie más que el propio Edipo es el perpetrador al que buscan.
“Hablas con razón. Pero ningún hombre podría / obligar a los dioses a algo que no quieran””.
Edipo rechaza esta acusación como una provocación. Tiresias le dice, además, que vive en incesto con Yocasta. En consecuencia, Edipo sospecha de una conspiración de Creonte para derrocarlo. Pone en duda el don visionario de Tiresias: después de todo, a pesar de sus habilidades, Tiresias no había logrado liberar a la ciudad de la Esfinge, sino que fue él mismo, Edipo, quien lo había conseguido. Tiresias responde a Edipo que es él quien está verdaderamente ciego y le pronostica un amargo final. El vidente se va y deja la profecía de que el asesino de Layo es alguien nacido en Tebas, que es culpable de parricidio e incesto y que eso se revelará ese mismo día. Pero incluso el coro no le da crédito; después de todo, Edipo liberó a los ciudadanos de la Esfinge y se aferran a él en tanto no se pruebe claramente su culpabilidad. Además, no pueden imaginar cómo un hombre con tanta inteligencia y virtud, como lo es Edipo, podría ser condenado por semejante atrocidad.
La verdad sale poco a poco a la luz
Creonte se defiende de la acusación de haber fraguado una intriga en contra de Edipo. Mientras tanto, Edipo piensa que es extraño que Layo lleve tantos años muerto y que ahora sea acusado repentinamente de su muerte por el vidente. Además, habían consultado al vidente por consejo de Creonte. Creonte responde que, como cuñado del rey, había tenido bastante poder e influencia sin tener que cargar con el lastre del puesto del rey. No sabía por qué tenían que acusarlo de planes más ambiciosos. El tiempo demostrará quién es inocente. Pero Edipo se mantiene en sus acusaciones.
“¡Ay, ay! ¡Qué malo es saber cuando eso no es provechoso / para el que sabe! Yo lo sabía bien, pero / lo olvidé. De lo contrario, no habría venido aquí””.
Entonces, aparece Yocasta para mediar en el pleito entre su esposo y su hermano. Tanto ella como el coro le piden a Edipo que cese su ataque contra Creonte. Pero Yocasta también quiere saber qué provocó toda la disputa. Edipo le relata la acusación del vidente y sus sospechas sobre Creonte. A lo cual Yocasta le asegura que el arte de la profecía humana no es confiable. Le admite que también a su anterior esposo Layo le habían profetizado que lo mataría su hijo; en cambio, lo habían matado unos ladrones en un cruce de caminos. Añade que el hijo, al que la pareja real había abandonado en aquel entonces por temor al oráculo, de todos modos no habría podido sobrevivir con los pies atravesados y atados. Así evitaron que fuera parricida.
“Yo no quiero afligirme a mí mismo ni a ti. ¿Por qué / indagas en vano? Por mí no te enterarás””.
Cuando Edipo se entera de la muerte de Layo en un cruce de caminos, lo invade un extraño presentimiento. Le pregunta a Yocasta por el lugar del hecho, el aspecto de Layo y el número de sus acompañantes. Con cada respuesta, Edipo suspira profundamente. Le cuenta a Yocasta de sus dudas sobre su origen, de su viaje a Delfos y también de la disputa mortal por el derecho de paso. Edipo empieza a ver claro la realidad: él mismo es el asesino de Layo. Ahora quiere irse de Tebas, pero no desea regresar a Corinto, para no convertirse ahí en el asesino de su padre y el esposo de su madre. Pero Yocasta tranquiliza a Edipo: el criado, que en ese entonces escapó del conflicto, habló frente a la ciudad reunida de una banda completa de ladrones que había atacado a los viajeros. Una vez más surge en Edipo la esperanza de que el asesinato de Layo y su propia pelea en el cruce de caminos sean dos sucesos diferentes.
“Después de esto, solo ultraja a Creonte, lanza a mi boca / inmundicias: ningún mortal será aniquilado peor que tú””.
Yocasta quiere dar por satisfecha la investigación, pero Edipo insiste en mandar llamar a ese sirviente. Por propio deseo, a ese sirviente lo habían empleado como pastor muy lejos de la ciudad después de que Edipo sucediera a Layo. Entonces aparece otra vez el coro, que habla en defensa de la omnipotencia de los dioses: con toda seguridad, un criminal no podría escapar de su justo castigo. En caso contrario, sería inútil servir a los dioses. Si la predicción de los dioses hecha a través del oráculo con respecto a Layo no se cumpliera, eso significaría una desgraciada pérdida de poder para los dioses.
Mensaje de Corinto
Se presenta un mensajero de Corinto y le anuncia a Edipo que los corintios quieren designarlo rey, ya que su padre Pólibo ha muerto a causa de su vejez. Yocasta está encantada, porque ahora Edipo ya no tiene que temer el parricidio profetizado. En general, piensa, las predicciones de los videntes resultarían cada vez más engañosas y sin sentido. Pero Edipo aun teme que, en Corinto, al menos pueda perpetrar incesto con su madre Mérope. El mensajero de Corinto le explica que él no es hijo biológico de la pareja real. Relata que fue él mismo quien, en ese entonces, llevó al bebé Edipo con la pareja sin hijos. Al niño se lo había dado un pastor, un criado de Layo. Según se comprobó, se trata del mismo pastor al que Edipo había mandado llamar y que fue el único que sobrevivió a la lucha en la que Layo perdió la vida. Yocasta le implora a Edipo que no prosiga con el asunto; pero él insiste en traer claridad sobre su origen y ella entra apurada al palacio. El coro expresa la esperanza de que el origen de Edipo sea noble, incluso quizá divino.
Resolución del enigma
Entonces traen al pastor tebano, el antiguo criado de Layo. Si bien reconoce al mensajero corintio, al principio quiere evitar que este cuente la vieja historia sobre el bebé. Después de muchos ruegos y bajo amenazas, relata lo que aconteció en ese entonces: el oráculo de Delfos le había profetizado a Layo que un día sería asesinado por su propio hijo. La propia reina Yocasta le había entregado a su hijo recién nacido al criado para que lo abandonara. Los tobillos del niño habían sido perforados y le habían atado los pies. La madre quería enviar a su propio hijo a la ruina, porque esperaba evitar así el parricidio profetizado. El criado compasivo le entregó al niño a un pastor de Corinto porque creía que la fatal profecía no podría cumplirse debido a la gran distancia. Edipo reconoce ahora las relaciones: en realidad, él había matado a su padre Layo y había tomado por esposa a su madre Yocasta. El coro lamenta el destino de Edipo, representativo de la suerte de todas las personas: todos los que agradecen su suerte viven en una ilusión, de la cual algún día tendrán un duro despertar.
El escalofriante final
Un criado informa lo sucedido en el palacio real de Tebas después de estas revelaciones: Yocasta se suicidó. Corrió hacia el palacio, desesperada y tirando de sus cabellos se dirigió hacia el dormitorio y cerró la puerta tras de sí. Ahí, le reclamó su destino al difunto Layo. Después, Edipo entró en el palacio con gran agitación, exigió una espada y preguntó por Yocasta. Ninguno de los hombres quiso darle información, pero los dioses deben haberle mostrado el camino. Impetuosamente abrió la doble puerta del dormitorio y allí encontró a Yocasta, ahorcada. Con un fuerte grito, soltó a la mujer de la cuerda y la tendió en el suelo. Después tomó los broches de oro de su túnica y se sacó los ojos con ellos. Gritó que sus ojos ya no podían ver el mal que se había cernido sobre él y que él mismo había causado. Una y otra vez se picó los ojos hasta que la sangre le corría a raudales por la barba. Edipo y Yocasta fueron alguna vez realmente felices, comenta el criado, pero ahora solo les ha quedado la deshonra y el sufrimiento.
“Es evidente que en el odio cedes; pero será difícil para ti / cuando pase la ira: las naturalezas como la tuya / son, con razón, a las que más les duele soportarse a sí mismas””.
El ciego Edipo es conducido fuera del palacio. Acatando su propio veredicto sobre el asesino de Layo, Edipo exige ahora que lo expulsen de Tebas. El coro se lamenta al ver a Edipo que se había infligido sufrimiento adicional cegándose a sí mismo. Edipo insiste en que no tenía otra opción y preferiría también ser sordo. Cuando aparece Creonte, que mientras tanto se ha apoderado del gobierno de Tebas, Edipo le pide que lo destierre del país. Pero Creonte quiere esperar primero el veredicto del dios Apolo. Edipo le pide que cuide a sus dos hijas, Antígona e Ismene; sus hijos podrían cuidarse a sí mismos, pues son hombres. Cuando Creonte le lleva a las niñas, Edipo las abraza y lamenta su destino deshonroso, antes de que las conduzcan de regreso a casa.
“¡Ay de mí! Parece que acabo de implicarme a mí mismo, / sin saberlo, en terribles maldiciones””.
El coro advierte que se reflexione sobre el destino de Edipo, quien pudo resolver el enigma de la Esfinge, obtuvo mucho poder, fue envidiado por todos y ahora ha tenido que sufrir semejante desgracia. Ningún mortal debería considerarse dichoso hasta que llegue al final su vida sin haber sufrido.
Acerca del texto
Estructura y estilo
La tragedia de Edipo rey fue concebida de acuerdo con un esquema básico: en seis episodios, cada uno de los cuales es interrumpido por las canciones del coro, Edipo se acerca cada vez más a la verdad. La construcción sencilla solo era necesaria porque, en ese momento, las tragedias, en el marco de las competencias de poesía en honor del dios Dionisio, se realizaban de acuerdo con reglas estrictas: al prólogo introductorio siempre le seguían alternativamente escenas descriptivas y cantos corales. La obra obtiene su dinámica sobre todo de la interacción de los dos elementos de estilo, coro y actor. Sófocles aumentó de 12 a 15 los miembros del coro –que, por cierto, en su época estaba integrado por legos, mientras que los actores ya eran profesionales– y los incluyó en el diálogo de los actores. En Edipo rey el coro representa a los más ancianos de la ciudad. Por consiguiente, participa en los acontecimientos y no es solo un elemento que comenta. Los espectadores, que estaban familiarizados con el mito de Edipo, conocían los hechos básicos, a diferencia de los personajes, que deben resolver todo en el transcurso de la obra. Las excepciones son el vidente Tiresias y el mensajero tebano, quienes fungen como elementos de tensión porque están bajo la presión de Edipo en su búsqueda de la verdad. En el original griego, la obra también está lingüísticamente muy estructurada: se establecen acentos mediante diferentes ritmos del habla y una parte de los acontecimientos se transmite por medio de cantos, de modo que, en su interpretación original, la obra nos transmite hoy día más la impresión de una ópera barroca que la de un drama hablado moderno.
Planteamientos de interpretación
- La obra plantea la cuestión de la libertad humana: ¿nuestra vida está predeterminada o tenemos libre albedrío? Para Sófocles, el libro albedrío está restringido por la voluntad de los dioses. Querer anular esos límites es para él orgullo desmedido, arrogancia sacrílega, la verdadera culpa de los seres humanos.
- Edipo rey deja en claro que frente a las complejidades de la vida con frecuencia no es nada fácil aclarar definitivamente la cuestión de la culpa. Al igual que Edipo, en cierto sentido, todos somos al mismo tiempo víctimas y perpetradores.
- Sófocles aborda los límites de la capacidad cognitiva humana. Incluso Edipo, en su gran sabiduría, tiene dificultades para reconocer la desagradable verdad.
- Edipo proyecta el mal de una manera típicamente humana, hacia afuera. Maldice incluso al asesino de Layo sin saber que la maldición lo alcanzará a él. Este tipo de ironía dramática se extiende por toda la obra.
- El coro final extrae la lección de todo: la suerte es volátil. Cuando la gente piensa que está en una seguridad duradera, solo está absorta en una ilusión.
- Un motivo importante es la ceguera: así, por ejemplo, el ciego Tiresias ve la verdad, mientras que el perspicaz Edipo, que sí ve, es ciego a ella y, al final, cuando reconoce la verdad, se ciega a sí mismo.
Antecedentes históricos
La cuna del teatro en Europa
Los fundamentos del drama, tal como los establecieron los antiguos griegos, determinan parcialmente hasta hoy las convenciones del teatro en el ámbito cultural occidental. Los comienzos de esta forma de literatura se pueden encontrar en las festividades religiosas en el marco del culto a Dionisio. Estas fiestas estaban marcadas, al principio, por danzas y cantos, y más tarde, por recitaciones dramáticas. Se dice que en el siglo VI a. de C. el griego Tespis desarrolló por primera vez los elementos de la tragedia para estas ocasiones festivas. Él enfrentó al coro con un actor y, así, abrió la posibilidad de un diálogo y una acción dramática; el poeta Esquilo introdujo un segundo actor en las escenas, y Sófocles, después, incluso un tercero. Desde el punto de vista temporal, este último se encuentra entre los otros dos grandes dramaturgos griegos, Esquilo y Eurípides.
En la época de Sófocles las tragedias se representaban en el marco de las competencias de dramaturgos que tenían lugar anualmente con motivo de las festividades para el dios Dionisio. Para este propósito cada poeta tenía que presentar tres tragedias y una comedia. El funcionario público responsable de los juegos dionisiacos seleccionaba entonces a tres poetas que competirían entre sí y les asignaba un coro a cada uno para la ejecución de sus obras. Una comisión de diez árbitros determinaba al ganador. Todo constituía una festividad espléndida que mantenía en vilo durante varios días a los habitantes de Atenas.
Origen
Según el poeta Homero, ya alrededor de 800 a. de C. los griegos conocían, en general, la historia de Edipo. Más tarde los tres grandes poetas griegos escribieron dramas al respecto, pero solo se ha conservado la trilogía de Edipo de Sófocles. La tragedia de Edipo rey es la primera parte de la trilogía, pero solo se representó como segunda obra. Varios años antes se había representado Antígona, cuyo contenido representa la conclusión de la trilogía. La parte de en medio es Edipo en Colono, que describe el asilo de Edipo en Atenas. En la competencia de poetas Sófocles presentó 30 veces la tetralogía de obras prescrita por los estatutos de la competencia y por lo menos 18 veces ganó el primer lugar. Nunca quedó en tercero, es decir, nunca fue el último; sin embargo, con Edipo rey solo ocupó el segundo lugar. Se dice que Sófocles escribió en total 123 obras, pero solo siete de sus tragedias se conservaron íntegras. Una razón de la pérdida de la mayoría de los dramas es que estos se representaban una sola vez en el marco de las festividades en honor del dios Dionisio. Es posible que en el prólogo de Edipo rey se encuentre una alusión a la peste que devastó a Atenas en el año 430 a. de C. y en la que el estadista Pericles, que era amigo de Sófocles, murió en 429 a. de C. Hasta hoy no hay información confiable sobre la fecha exacta de la representación de la tragedia.
Historia de la influencia de la obra
Edipo rey de Sófocles es una de las obras de teatro más exitosas de todos los tiempos. Ya en su Poética, la exposición de su teoría sobre el arte de la poesía, Aristóteles considera ampliamente este drama como base para la discusión de la tragedia ideal. En el transcurso de los años la obra se ha traducido a una multitud de idiomas, ha experimentado infinidad de puestas en escena en todo el mundo y sigue siendo, hasta la fecha, objeto de investigación científica. Ha despertado el interés tanto de filósofos y filólogos como de artistas, sobre todo literatos y dramaturgos. Desde la Antigüedad hubo adaptaciones libres de la tragedia, como las del poeta y filósofo Séneca. Incluso el joven Julio César escribió una versión del material. Durante el Renacimiento italiano la obra redescubierta se convirtió en el drama griego más conocido.
Der zerbrochne Krug (El cántaro roto, 1808) de Heinrich von Kleist toma el motivo del investigador como perpetrador, aunque bajo el signo opuesto, imitando conscientemente a Sófocles. Autores como Pierre Corneille, Voltaire o Max Fisch han tratado el mito de Edipo en sus obras. Ígor Stravinski musicalizó como un oratorio escénico una versión textual de Jean Cocteau. Pier Paolo Pasolini trabajó el tema fílmicamente. Heinrich Müller elaboró una nueva versión de la tragedia que se estrenó en 1967 en la República Democrática Alemana.
La influencia de Edipo rey también va más allá de la literatura. El hecho de que, al parecer, la temática de la obra despertaba un interés inusualmente grande en personas de diferentes épocas fue considerado por Sigmund Freud como prueba del complejo de Edipo que él postuló: según Freud, en una determinada etapa de la vida, los niños varones rivalizan con su padre para poder ocupar su posición de poder al lado de la madre. Carl Gustav Jung y Erich Fromm también trataron la interpretación del mito.
Sobre el autor
Sófocles nació en 497 o 496 a. de C. en la aldea de Colono, cerca de Atenas. Su figura es el centro de numerosas leyendas. Hasta nuestros días solo han llegado pocos datos biográficos confiables sobre el curso de su vida relativamente larga para esa época. Su padre Sófilo era un rico fabricante de armas y Sófocles recibió una buena educación. A causa de su estatura, su habilidad atlética y su talento musical, supuestamente interpretó de adolescente la canción de acción de gracias con motivo de la victoria de los griegos sobre los persas en la batalla naval de Salamina en el año 480 a. de C. En 471 o 470 a. de C., presentó sus primeros cuatro dramas para la competencia de poetas en las festividades dionisiacas y, en el primer intento, obtuvo el segundo lugar. En 468 a. de C., ganó por primera vez esta competencia, y lo logró en comparación directa con el famoso Esquilo. Por su edad y sus convicciones, Sófocles se encuentra entre Esquilo y Eurípides, el último de los tres grandes poetas. Con Esquilo, Sófocles aprendió, según su propia admisión, la escritura de las obras. Al parecer escribió unos 130 dramas, de los cuales, sin embargo, se conservan muy pocos, entre ellos, la trilogía tebana de Antígona, Edipo rey y Edipo en Colono. En los años 443-442 a. de C., Sófocles fue uno de los tesoreros de la Liga de Delos, una asociación político-militar, liderada por Atenas, que incluía numerosas ciudades-Estado griegas del Ática. En la Guerra de Samos, junto con el estadista Pericles, de quien era amigo, asumió el puesto oficial de estratega, que seguiría ejerciendo ocasionalmente más tarde. En 413-412 a. de C. fue miembro del régimen oligárquico que gobernó Atenas durante cierto tiempo después de la catastrófica derrota militar de los atenienses en Sicilia. Sófocles murió en su ciudad natal alrededor del año 406 a. de C. sin haber aceptado nunca uno de los numerosos nombramientos en una corte real extranjera. Se dice que se ahogó con un racimo de uvas, pero la verdad de esta anécdota es discutible.
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