Los robots ya están cambiando la vida y el trabajo. Cada nuevo cambio, desde los cuidados automatizados en residencias de adultos mayores hasta los taxis autónomos, los robots sexuales y la guerra con drones, plantea nuevos retos morales. ¿A cuánta privacidad se debe renunciar? ¿A cuántos trabajadores humanos deben sustituir los robots? ¿Deberían las máquinas realizar cirugías, tramitar préstamos, supervisar a infancias y luchar en guerras en nuestro nombre? El filósofo belga Mark Coeckelbergh examina estas y otras cuestiones, y concluye que la verdadera pregunta es: ¿qué tipo de futuro queremos para nuestros hijos?
Los robots ya están cambiando el mundo; los humanos deben plantearse si esos cambios son deseables.
Los peligros que los robots representan para las personas no son principalmente escenarios de ciencia ficción en los que máquinas sintientes se rebelan contra la humanidad. Los robots están cambiando el mundo, pero de formas más mundanas: alteran cómo la gente trabaja, viaja, interactúa entre sí y mucho más. Y los problemas que crean son más sutiles: pérdidas de puestos de trabajo, efectos psicológicos negativos e invasiones de la privacidad. La ética de su uso es, por tanto, de la máxima importancia. Utilizada incorrectamente, esta tecnología puede profundizar las disparidades económicas, perjudicar a grupos con vulnerabilidades especiales y conducir a la pérdida de la vida y dignidad humanas.
Las investigaciones sobre los dilemas éticos relacionados con la robótica deben incluir la cuestión de quién tiene la responsabilidad de los efectos problemáticos de esta nueva tecnología. Un autómata puede tomar decisiones, pero sigue siendo solo una herramienta que no puede cargar con la culpa cuando causa daños. ¿Quién, entonces? ¿El usuario? ¿El fabricante...
Mark Coeckelbergh es un filósofo de tecnología, profesor de filosofía de los medios de comunicación y tecnología en la Universidad de Viena y autor de varios libros, entre ellos New Romantic Cyborgs.
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