¡Odio el Networking! (Pero lo necesito)

De adentro hacia afuera

Durante eones, se nos ha enseñado que el mundo le pertenece a aquellos que pueden comunicarse con el mundo, los extrovertidos. Se nos ha dicho que para destacar tenemos que opinar, que participemos en una cosa, en otra o en otra más, relegando a una forma de personalidad lo que puede ser un problema o déficit: los introvertidos (pero no lo son en realidad). Y la cuestión se ha centrado en cómo sobreponerse a tales llamados defectos, en lugar de aprovechar y convertir en habilidades aquello que se toma por obstáculo, pues ninguno es sinónimo del otro. No debemos pensar que las limitaciones de uno son también obstáculos. Las limitantes, e incluso también los obstáculos, se pueden superar.

Los introvertidos son reflexivos, centrados y autosuficientes. En contraste, los extrovertidos son verbales, comunicativos y sociales. Pero ser introvertido no significa ser callado y aislado, como tampoco el ser extrovertido significa ser parlanchín y amiguero. A esto hay que añadir un tercer elemento que son los “centrovertidos”, ese elemento intermedio. Pero más allá de la comparación, se debe entender la naturaleza y la lógica mental del ser introvertido...