¿Por qué la gente se vuelve insensible ante injusticias sociales como el racismo y el sexismo? ¿Y por qué las experiencias placenteras como las vacaciones pierden su encanto con el tiempo? Según la neurocientífica Tali Sharot, la respuesta es la propensión humana a acostumbrarse tanto a lo bueno como a lo malo. Aprenda a desacostumbrarse inyectando cambio y variedad en su vida. En conversación con el escritor de tecnología de Google Sanders Kleinfeld, Sharot revela el secreto para redescubrir su alegría por los placeres de la vida y reavivar su desprecio por las crueldades de la vida.
El acostumbrarse hace que los humanos se vuelvan apáticos tanto al placer como a la miseria.
Un estudio encargado por una empresa turística descubrió que los vacacionistas son más felices a las 43 horas de estar en sus vacaciones. A partir de ahí, el brillo del viaje empieza a desvanecerse. ¿Por qué? A las 43 horas, los vacacionistas ya se han instalado en sus alojamientos y han disfrutado de una serie de “primeras veces”: su primera vista del mar, su primera comida local, y demás. Después se acostumbran. El “acostumbrarse” se entiende como una respuesta fisiológica o emocional decreciente a un estímulo que se repite con frecuencia y es responsable de la insensibilización de los seres humanos tanto a los aspectos buenos como a los malos de la vida. Considere su repugnancia al entrar en una habitación llena de humo de cigarrillo, pero 20 minutos después apenas puede detectar el olor. Sus neuronas reaccionan con fuerza a los nuevos estímulos, pero a menos que abandone o cambie el entorno, las neuronas inhibitorias se dispararán para sofocar la respuesta inicial de su cerebro. Acostumbrarse es necesario para la supervivencia...
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