¡No se necesitan explicaciones!

Los estereotipos y los prejuicios impiden que las mujeres lleguen a la plana ejecutiva.

Cuando la autora Carol Sankar era pequeña, le dijo a un maestro que quería ser juez federal. El maestro la reprendió por albergar un deseo tan poco realista. Sankar cambió su respuesta y dijo que quería ser maestra para evitar más regaños y persecuciones de sus pares. La sociedad normaliza ciertas opciones profesionales, como la enfermería, la docencia o ser recepcionista o asistente, de ser centradas en la mujer, perpetuando así el estereotipo de que el trabajo de una mujer es servir a los demás. La escasez de mujeres en otras carreras refleja el miedo que pueden sentir de pedir oportunidades fuera de la norma orientada al servicio.

Esa vacilación de levantar la voz también tiene sus raíces en el condicionamiento social que dice a las mujeres que deben ser amables. La “chica simpática” suele ser pasiva, complaciente, servil y externamente agradable. Ese estereotipo encasilla a las mujeres en una imagen de servidumbre silenciosa basada en normas y expectativas que, en última instancia, afectan al bienestar socioeconómico de las mujeres y sostienen...