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El origen de las especies

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El origen de las especies

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La mayor revolución en la historia de las ciencias: Darwin sentó las bases para la biología moderna y para la cosmovisión moderna.


Clásico de la literatura

  • Ciencias naturales
  • Moderno

De qué se trata

El libro más científico de todos los libros

Charles Darwin transformó nuestra cosmovisión para siempre. Su teoría de la evolución explicó por primera vez de forma lógica cómo se originan las especies a partir de otras especies, por qué se transforman y luego desaparecen. En su juventud, Darwin tuvo la oportunidad de su vida: pudo participar de una expedición a bordo del Beagle, que duró casi cinco años y lo llevó alrededor del mundo. Sus observaciones y descubrimientos se fueron acumulando hasta convertirse en un enorme tesoro de saber y el relato de su viaje causó sensación en Inglaterra. Sus incansables ansias de conocimiento y el amplio rango de sus temas de interés lo convirtieron en un importante biólogo, pero fue su teoría de la evolución la que lo llevó a ser uno de los pensadores más influyentes de todos los tiempos. “Dios está muerto”, escribiría Friedrich Nietzsche 20 años más tarde. Por algo, Darwin había dicho que mientras escribía tenía la sensación de “estar cometiendo un asesinato”.

Ideas fundamentales

  • El origen de las especies, de Charles Darwin, es la obra más importante e influyente en la historia de las ciencias naturales.
  • En ella, por primera vez se presentó una explicación convincente sobre el desarrollo de la multiplicidad de formas de vida.
  • Contenido: las especies animales y vegetales se modifican por medio de la variación y la selección natural. Los individuos que mejor se adaptan a las condiciones de vida son los que sobreviven. Sus características son heredables y, con el transcurso del tiempo, se suman hasta crear nuevas especies.
  • Darwin erradicó de la ciencia la idea de un creador de todas las especies.
  • El libro ofrece una enorme cantidad de material. Las observaciones de Darwin se relacionan con los resultados de otros investigadores.
  • Darwin era consciente de lo explosivo de su teoría. Durante muchos años fue reticente a publicarla y siguió recogiendo cada vez más pruebas.
  • Recién el hecho de que Alfred Russel Wallace desarrollara ideas similares lo obligó a publicar su obra.
  • El libro se agotó de inmediato y fue reconocido rápidamente por la ciencia.
  • Desde los círculos religiosos conservadores surgieron protestas que persisten hasta nuestros días.
  • Cita: “La lucha por la supervivencia es la consecuencia necesaria del fuerte impulso a reproducirse que es inherente a todos los seres vivos.”

Resumen

Antiguas ideas sobre el origen de las especies

En el pasado, la mayoría de los biólogos creía que las diferentes especies no habían experimentado modificaciones desde su creación. Solo unos pocos creían en esta posibilidad. Lamarck fue el primero en opinar que todas las transformaciones en la naturaleza, las orgánicas y las inorgánicas, eran una consecuencia de las leyes naturales. Él creía, por un lado, en la influencia directa del entorno y, por el otro, en la cruza de formas ya existentes; pero también asignó una gran importancia a las modificaciones resultantes del uso o del no uso de determinados órganos. 

“Hasta hace poco, la gran mayoría de los científicos creía que las especies habían sido creadas cada una en forma individual y sin modificación alguna. Una postura que era defendida con gran habilidad”.

Geoffroy Saint-Hilaire, por su parte, sospechaba ya en 1795 que todas las especies habían surgido de una sola especie original, pero no creía que las formas de vida actuales siguieran modificándose. Muchos geólogos y botánicos también expresaron que las plantas estaban expuestas a transformaciones.

Diferencias individuales

Todos los individuos de todas las especies, sin importar si se trata de animales o plantas, tienen características particulares. Los animales domésticos y las plantas cultivadas tienen un rango de variación mucho más amplio que el de las especies naturales. Esto parece estar relacionado, entre otras cosas, con el hecho de que en la naturaleza rigen condiciones de vida más homogéneas. En la naturaleza, muchas generaciones de seres vivos deben estar expuestas a nuevas condiciones de vida, hasta mostrar finalmente adaptaciones notorias. Una vez que comienza una adaptación de este tipo, por lo general perdura. También las plantas cultivadas y los animales domésticos, que el hombre empezó a modificar desde el inicio de los tiempos, siguen transformándose de forma constante.

“Entre los millones de individuos que crecieron en la misma región y se alimentaron de forma prácticamente idéntica, aparecen a veces diferencias tan pronunciadas en su estructura que merecen ser llamadas monstruosidades; sin embargo, pero no es posible trazar una clara línea divisoria entre estas y las variaciones más ligeras”.

En el caso de las plantas y de los animales domésticos, sin embargo, no podemos saber con certeza si surgieron de una o varias especies salvajes. Por ejemplo, si observamos dos razas de perros tan diferentes como el gran danés o el pincher, parece improbable que se hayan originado a partir de la misma especie y sería interesante determinar si este es o no el caso. Si fuera así, sería un argumento a favor de la idea de que las especies estrechamente relacionadas –aunque muy disímiles, como los zorros, que existen en diferentes partes del mundo– provienen de un mismo origen.

Las variedades como base para el origen de las especies

La selección natural y las personas dedicadas al cultivo y a la cría de animales trabajan con el mismo material: las innumerables pequeñas diferencias que presentan los animales de una misma especie o las crías de los mismos progenitores. A partir de este material se lleva a cabo un proceso de selección. Muchos investigadores consideran que, por lo general, las diferencias se limitan a características más bien irrelevantes, como el tamaño del cuerpo, el color, la longitud de la cola, etcétera. Sin embargo, en realidad también se dan en partes del organismo que son esenciales desde el punto de vista fisiológico o clasificatorio. Un ejemplo de esto es la ramificación del nervio principal en el nudo nervioso de algunos insectos. En el caso de las cochinillas, se comprobó que los diseños del nervio principal son tan variados que su representación es similar a la ramificación de un árbol. En los músculos de las larvas de algunos insectos se encontró una variabilidad similar.

“Las leyes que rigen la herencia son, en su mayor parte, desconocidas”.

Entre una especie y una subespecie, una subespecie y una variedad, una variedad y un individuo existe una transición fluida. No es posible determinar con exactitud una especie, del mismo modo que no es posible hacerlo con una subespecie o con una variedad. Esto se vuelve entonces caótico cuando un investigador considera que una forma es una variedad, pero otro la denomina especie. Watson, por ejemplo, contó más de 182 plantas británicas que por lo general son consideradas variedades, pero que algunos botánicos también definen como especies en sí mismas. Algunos científicos consideran que los animales no constituyen variedades y clasifican cada anomalía como una nueva especie. De este modo, algunos ornitólogos opinan que la perdiz colorada escocesa es una especie en sí misma, mientras que otros solo la ven como una variedad de la perdiz blanca de Noruega. Existen muchos desacuerdos de este tipo.

“La lucha por la supervivencia es la consecuencia necesaria del fuerte impulso a reproducirse que es inherente a todos los seres vivos”.

Las diferencias individuales pueden seguir desarrollándose hasta convertirse en variedades y estas, a su vez, en subespecies y especies. En este proceso, es posible que la especie original sea relegada; pero también es posible que la nueva y la vieja especie evolucionen hasta coexistir como especies individuales. Tampoco es obligatorio que las variedades se conviertan en una especie: pueden extinguirse o persistir como variedades. Según han mostrado las investigaciones, los individuos de las especies numerosas y ampliamente difundidas presentan más variaciones porque están expuestos a condiciones de vida y competencias muy diversas. Así, las especies que pertenecen a géneros más amplios presentan una mayor variabilidad que las especies de los géneros más pequeños.

La lucha por la supervivencia

El hecho de que existan diferencias y variedades individuales no explica cómo se produjeron esas fantásticas adaptaciones que tanto admiramos de la naturaleza. ¿Cómo es que las variedades siguieron evolucionando a lo largo del tiempo hasta convertirse en especies totalmente nuevas? Es una consecuencia de la lucha por la supervivencia.

“No hay excepciones a la regla de que cada ser orgánico se reproduce de forma natural con tanta fuerza que, si no estuviera expuesto a la destrucción, la Tierra pronto estaría poblada con la descendencia de una sola pareja”.

Todos los seres vivos tienen más crías que las que pueden sobrevivir. Si la mayor parte de las crías no fueran eliminadas, los seres vivos se reproducirían en forma exponencial. En este sentido, no importa si el organismo produce cientos o miles de crías, como sucede con muchos peces, batracios e insectos, o si solo pone un huevo, como el petrel glacial. Después de 750 años de reproducción ilimitada, hasta del elefante, a pesar de su gran lentitud para reproducirse, habría alrededor de 19 millones de crías originadas a partir de una pareja. Es posible observar multiplicaciones descontroladas de este tipo, por ejemplo, cuando se transportan nuevas especies a una isla donde no tienen depredadores naturales y pueden reproducirse sin límites.

“En sentido metafórico es posible afirmar que la selección natural está dedicada a diario, en todo momento, a detectar las alteraciones más ínfimas y a descartarlas si son malas y a conservarlas y reproducirlas si son buenas (…)”.

En la lucha por la supervivencia, toda adaptación ventajosa para un individuo contribuye a su conservación y la transmite a su descendencia. Herbert Spencer acuñó para ello la expresión “supervivencia del más apto”. El concepto de lucha por la supervivencia se aplica en un sentido amplio: no solo describe la competencia entre los seres vivos –por ejemplo, por la comida–, sino también la solitaria lucha de un individuo contra las propias condiciones de vida, como el esfuerzo de una planta del desierto por conservar su humedad. El concepto describe todas las relaciones de los seres vivos entre sí o con su entorno que pueden verse afectadas positiva o negativamente por las adaptaciones.

La selección natural

Las diferentes características individuales que tienen las crías de un ser vivo se presentan de múltiples maneras, tanto en la relación con el entorno como con otros seres vivos. Si una característica particular ayuda al organismo en cuestión, este tendrá más oportunidades de ganar la batalla por la supervivencia. Entonces transmitirá esta característica a sus crías, que, a su vez, también tendrán crías, que estarán más y mejor equipadas para afrontar sus condiciones de vida. 

“Nuestro desconocimiento de las leyes de la transformación es enorme. Apenas podemos decir de uno en cien casos que conocemos el motivo por el cual se modifica tal o cual parte”.

Este principio, según el cual sobreviven los más fuertes o los mejor adaptados, se conoce como el principio de selección natural. Junto con la lucha por la supervivencia, la selección natural es el motor esencial para el origen de las especies y la evolución de los seres vivos, puesto que perfecciona paulatinamente a los seres vivos su supervivencia en condiciones de vida concretas. Sin embargo, las formas de vida menos evolucionadas también pueden perdurar en el tiempo, en la medida en que estén bien adaptadas a las condiciones de su entorno.

Un origen común

A partir de este principio, es posible establecer el parentesco entre los diferentes seres vivos. Los animales y las plantas de todos los tiempos y lugares componen grupos y subgrupos. Si todas las especies hubieran sido creadas de manera independiente, no sería posible explicar esta organización, que es el resultado de la larga historia de extinción y diversificación de las especies.

“Quienes creen en actos creacionales excepcionales debe sorprenderse al encontrar animales en los que la estructura corporal y los hábitos de vida no son idénticos”.

Para ilustrar esta relación entre origen y parentesco, muchas veces se utiliza la imagen del árbol genealógico. Las ramas más delgadas representan las especies que existen en la actualidad. La mayoría de las numerosas ramas que florecieron cuando el árbol todavía era pequeño ya no existe. Apenas dos o tres de estas ramas sobreviven –las más fuertes– que sostienen a las ramas actuales. Aquí y allá aparece un nuevo retoño, surgido desde las profundidades del tronco, que, favorecido por el azar, perdura hasta nuestros días.

Las objeciones contra la teoría

Existen algunas objeciones válidas contra la teoría del origen de las especies. Una de ellas cuestiona la ausencia de las formas transicionales si las especies surgieron a partir de transformaciones mínimas. ¿Por qué la naturaleza muestra especies claramente definidas y no un caos de formas? En primer lugar, es necesario decir que los hallazgos geológicos con los que contamos en la actualidad son mucho más escasos que lo que se cree. La razón para ello se encuentra en la naturaleza misma del proceso. Cuando se impone una adaptación ventajosa, en poco tiempo la nueva especie elimina a la especie de la que surgió, de modo que ya no quedarán rastros de ella. Y, en aquellas áreas en las que ambas especies se superponen, en la zona de transición encontramos más bien dos especies coexistiendo y no una forma híbrida.

“Cada vez que observaba dos formas cualesquiera me imaginaba, sin quererlo, los eslabones directos, pero ese era un error. Hay que buscar las formas que se encuentran entre las especies y sus antecesores comunes aún desconocidos, y, por lo general, estas se serán muy diferentes de su descendencia”.

Además, las formas híbridas, cuando su número es reducido, se extinguen con mucha mayor rapidez que su descendencia más estable. Si observamos dos formas muy diferentes, como un caballo y un tapir, no tenemos motivos para creer que en algún momento existió un nexo entre ellas, pero debe haber existido un eslabón, una forma original conjunta, aunque desconocida, de la que surgieron. Esta forma debe haber tenido una gran similitud con el caballo, pero también con el tapir, y también debe haber tenido muchas particularidades por las que difería de ellos; incluso es posible que las diferencias hayan sido mayores a las que existen entre el caballo y el tapir. De esta forma original solo podríamos decir algo más si contáramos con una cadena sin eslabones faltantes.

“La teoría de la selección natural parte de la idea de que toda nueva variedad y, en definitiva, toda nueva especie surge y se conserva por el hecho de tener ventajas frente a sus competidores. De esto resulta, casi inevitablemente, la desaparición de formas menos favorecidas”.

Pero, ¿cómo puede ser que a partir de las modificaciones que experimenta un animal se origine una forma de vida diferente, con una estructura corporal completamente diferente? ¿Cómo es posible, por ejemplo, que un mamífero terrestre se origine a partir de un mamífero acuático? La respuesta es que, en primer lugar, existen muchas más formas transicionales que las que uno podría imaginar a simple vista. En principio, el visón americano es una de estas formas transicionales: durante el verano caza peces y en invierno caza en tierra y se alimentan de ratones y de otros animales pequeños. Además, en muchas especies, el comportamiento es más flexible de lo que se cree. Por ejemplo, existen crustáceos y moluscos que viven en la tierra y no en el agua, pájaros carpinteros que se adaptaron a las llanuras sin árboles de las pampas, patos de montaña que no usan sus patas con membranas natatorias para nadar y numerosos pájaros que no usan sus alas para volar.

Por último, es necesario tener en cuenta la dinámica del origen de las especies. Cuando encontramos un órgano completamente desarrollado, por ejemplo, las alas de un pájaro, debemos tener en cuenta que los animales en los que este órgano era incipiente, rara vez se conservan hasta nuestros días, puesto que fueron relegados por sus sucesores mejor adaptados. Esta flexibilidad de muchos animales para adaptarse a su entorno es un argumento decisivo en contra de la opinión de que las especies no aparecieron en un solo acto de creación.

Acerca del texto

Estructura y estilo

El origen de las especies sorprende por la combinación de una idea genial, con una argumentación inteligente y una desbordante cantidad de material. A pesar de que Darwin subraya en varias oportunidades que el libro solo es un extracto de una obra más completa, su volumen es impresionante. En la primera parte se explica la teoría con gran detalle, el resto de libro ofrece principalmente más pruebas y argumentos; Darwin mismo lo definió como un “argumento largo”. De forma convincente transmite la impresión de que no se trata de eliminar por completo la cosmovisión tradicional, sino que solo le interesa el conocimiento. Con destreza, en el prólogo menciona a 24 biólogos que se expresaron antes que él sobre la evolución y la transformación de las especies. En algunos capítulos aborda los puntos débiles de su teoría, y lo hace mencionando tanto los argumentos de sus detractores como los aspectos que no es posible demostrar debido a la falta de pruebas. En varias oportunidades expresa sus dudas sobre algunos procesos, en otras, la convicción de que la cuestión se resolverá en un futuro cercano.

Enfoques interpretativos

  • El origen de las especies, con su novedosa explicación sobre el surgimiento de las diversas formas de vida, representa un cambio de paradigma: el hecho de que para Darwin el hombre ya no se encuentre en la cima de la creación, sino que sea una más entre otras especies, tiene implicancias filosóficas de amplio alcance. Entre otras cosas, constituye el fundamento moral y espiritual para la protección de los animales.
  • La teoría de la lucha por la supervivencia arrojó una luz completamente diferente sobre la vida humana: hoy en día, la biología conductista parte de la base de que los comportamientos altruistas también tuvieron que imponerse en pos de la evolución. Sin embargo, también es posible considerarlos egoístas, ya que favorecen la transferencia de la herencia individual.
  • A pesar de que la teoría de Darwin sentó las bases para el darwinismo social, que postula la evolución de la humanidad a través de un proceso de selección natural, estas bases no están en su obra. Es casi imposible que Darwin hubiera apoyado las medidas eugénicas, tal como se propagaron y pusieron en práctica, por ejemplo, durante el Tercer Reich. En El origen del hombre (1871), escribió que era imposible eliminar la compasión “sin degradar la parte más noble de nuestra naturaleza”.
  • Además de su idea principal, el aspecto más impresionante del libro es su abordaje biológico. Darwin recogió pruebas de todas partes del mundo y de numerosos colegas, llevó a cabo experimentos, cultivó, crío, verificó, hizo cálculos a través de ejemplos y analizó los pros y los contras. Por regla general, recurrió una y otra vez a las experiencias recopiladas durante los cinco años de expedición a bordo del Beagle.
  • ¿Habría podido existir la teoría de la evolución sin Darwin? El hecho de que Alfred Russell Wallace haya llegado por sí mismo y en menos tiempo que Darwin a las mismas ideas, nos permite suponer que el tema estaba en el aire. Darwin mismo concebía la ciencia como un proceso incesante.

Antecedentes históricos

La pregunta sobre el desarrollo de la vida

En el siglo XIX, las ciencias naturales experimentaron un profundo cambio. La era de las expediciones científicas al estilo de James Cook y Alexander von Humboldt llegaba a su fin. La navegación alrededor del mundo como forma para alcanzar el conocimiento científico, como el que le proporcionaron a Darwin los cinco años de expedición a bordo del Beagle, pasó a un segundo plano como resultado de la creciente especialización y profesionalización. En la cuestión sobre el origen y la evolución de la vida, comenzaron a multiplicarse las dudas sobre la validez científica del informe bíblico sobre la creación. En especial fueron los geólogos los que empezaron a dudar de la juventud de la Tierra. Muchos biólogos sometieron a discusión la idea de la modificación de las especies, también llamada transmutación (todavía no se utilizaba el término “evolución” en este contexto). En 1844, el autor y editor Robert Chambers publicó anónimamente Vestigios de la historia natural de la creación, un libro que causó gran revuelo, porque rechazaba con vehemencia las ideas creacionistas y defendía la noción de evolución de los seres vivos. El texto fue criticado con dureza tanto por sus errores científicos como por sus tendencias políticas, pero se convirtió en un éxito de ventas. La evolución avanzó hasta convertirse en un tema de divulgación científica con una fuerza explosiva. Pero fue Darwin quien la fomentó en el área de la ciencia seria.

Surgimiento

Darwin trabajó durante casi 30 años en su obra principal. A su regreso de la expedición en el Beagle, en 1837 anotó sus primeras ideas sobre la transformación de las especies. Para 1844 contaba con un manuscrito de más de 200 páginas que no se atrevía a publicar porque temía el impacto de sus descubrimientos en la sociedad. En una carta al botánico Hooker, confesó que escribir su teoría se parecía a “cometer un asesinato”. Las fallidas revueltas políticas de 1848 y las fuertes críticas a los Vestigios de la historia natural de la creación reforzaron sus temores. Siguió recopilando material e investigando, pero publicó otros textos.

Y entonces se desencadenaron los hechos: en 1858, recibió una carta proveniente del sudeste asiático. Era de Alfred Russell Wallace, que ya había publicado un artículo sobre la modificación de las especies y que ahora, sin la ayuda de Darwin, se había topado con el mecanismo de la selección natural. Darwin se quedó sorprendido y pensó en abandonar su obra. Sin embargo, el círculo de amigos de Hooker y del geólogo Charles Lyell, que instaba desde hacía años a Darwin para que publicara sus descubrimientos, organizaron la lectura de tres textos durante la reunión de la sociedad naturalista Linnean Society del 1ro. de julio de 1858: la carta de Wallace, partes del manuscrito de Darwin de 1844 y una carta de Darwin de la que se desprendía la autoría de sus ideas. La presión sobre Darwin se hizo tan fuerte que, después de un año de trabajo febril, logró completar el libro y publicarlo.

Influencia

El origen de las especies fue el golpe más fuerte que la historia de la ciencia haya experimentado jamás. La primera edición, de 1250 ejemplares se agotó con las ventas por adelantado. La gran cantidad de material contenido en el libro, lo explosivo de la teoría, la reputación del autor, el poder de convencimiento de los argumentos y la elegancia de los mecanismos naturales descriptos hizo que un tema hasta hora más bien oscuro se convirtiera de la noche a la mañana en una rama central de la ciencia. La mayoría de los biólogos reconocieron de inmediato que se encontraban frente a una explicación lógica para las grandes preguntas de la vida. Para 1865, la teoría de la evolución se había convertido en un material de examinación en la universidad de Cambridge.

Las consecuencias de la teoría para la cosmovisión vigente provocaron un rechazo enardecido. Muchas personas tenían (y tienen) dificultades para imaginar que la vida podría haberse originado sin la intervención de un creador. Sigmund Freud definiría más tarde esta renuncia a la posición preponderante del hombre como “una de las tres grandes enfermedades” que la ciencia infligió a la autoestima del hombre moderno (las otras dos son la de Copérnico y la del mismo Freud). Darwin tomó en serio todas las objeciones técnicas y correcciones a su teoría y, en la medida de lo posible, intentó tenerlas en cuenta en ediciones posteriores.

Desde la publicación de su libro ya no es posible pensar la biología sin la teoría de la evolución. La frase del genetista Theodosius Dobzhansky se hizo famosa: “Nada en la biología tiene sentido si no se lo observa desde la perspectiva de la evolución.”

Sobre el autor

Charles Darwin nació el 12 de febrero de 1809, cerca de Shrewsbury, en el corazón de Inglaterra. En su niñez se dedicó al estudio de la naturaleza, coleccionando con esmero insectos, entre otras cosas. En 1825 comenzó sus estudios de medicina en Edimburgo, pero pronto los abandonó para inscribirse en la facultad de teología de la universidad de Cambridge. Sin embargo, allí se abocó principalmente a las ciencias naturales, entre otros temas, bajo la dirección del botánico John Stevens Henslow. Él recomendó al talentoso pero inexperto investigador Darwin para el viaje alrededor del mundo en el HMS Beagle. La expedición tenía la tarea de investigar, principalmente, las costas sudamericanas. El viaje del Beagle se desarrolló entre diciembre de 1831 y octubre de 1836. Darwin aprovechó todas las oportunidades para bajar a tierra y realizar estudios geológicos, recolectar fósiles, investigar la fauna y recoger muestras de todo tipo. A su regreso, se concentró en el análisis de la gran cantidad de material recolectado. Finalmente, en 1839, publicó un informe científico sobre el viaje del Beagle. En el mismo año, se casó con su prima, Emma Wedgwood. Tuvieron diez hijos, tres de los cuales fallecieron durante la infancia. El bienestar económico de Darwin le permitió dedicarse por completo a su trabajo. A lo largo de más de veinte años, su teoría de la evolución surgió paulatinamente. Acumuló indicio sobre indicio, pero dudó de publicar sus descubrimientos, pues, sin lugar a dudas, provocarían un escándalo. Recién cuando el joven biólogo Alfred Russell Wallace llegó a las mismas conclusiones en el sudeste asiático, Darwin vio peligrar la obra de su vida y se decidió a publicarla. El origen de las especies se publicó en 1859 y explotó como una bomba. La Iglesia y los círculos conservadores se horrorizaron, pero muchos científicos aceptaron la nueva teoría, la cuestionaron críticamente e intentaron seguir desarrollándola. Darwin murió el 19 de abril de 1882 en Downe (hoy parte de Londres) y fue sepultado en la abadía de Westminster.

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